Ser protagonistes o ser espectadors. Aquesta és la cruïlla en la que el filòsof Ramon Alcoberro va situar la Catalunya i l’Europa del s.XXI davant l’aclaparadora revolució tecnològica que el món està experimentant. La conferència del professor es va dur a terme el passat divendres 7 de febrer al Mas Dausà de Castell d’Aro en una xerrada organitzada pel Clubtitulada Pensar la tecnoètica, una eina de futur.
O bé trobem la manera que les nostres universitats siguin capaces de crear un talent tecnològic que es quedi aquí per a què Europa pugui esdevenir un actor del progrés cientificotècnic, o bé ens mourem a remolc de les grans potències sense conèixer de primera mà l’abast dels nous avenços tecnològics i de la intel·ligència artificial. Si bé en el passat va ser a Europa on es van desenvolupar les grans revolucions industrials, ara el Vell Continent fa tard a la cursa del desenvolupament de la intel·ligència artificial. Segons va advertir Alcoberro, el perill de no ser actors en aquesta nova revolució rau en el no poder saber allò que no sabem, és a dir, en desconèixer la configuració i l’abast de les noves tecnologies i els algoritmes que comencen a ser presents arreu.
Avui en dia, degut al notable avenç i sofisticació de les intel·ligències artificials, algunes empreses tecnològiques utilitzen uns algoritmes tan sofisticats que són capaços de predir la nostra conducta, fent que el problema moral sobre la llibertat humana hagi d’examinar-se des d’una nova perspectiva. Correm el perill, com anunciava Nietzsche que l’home es quedi antiquat. Fins a quin punt l’elecció de l’home serà lliure? De quina manera l’home, que cada vegada està esdevenint un ésser més dependent de la tecnologia i la informàtica, establirà una relació amb sí mateix? De quina manera serà possible innovar en un món on, cada vegada més, els monopolis tecnològics aclaparen totes les novetats? Aquests són els apassionants interrogants que Ramon Alcoberro va posar sobre la taula i que, com va vaticinar, només podran respondre’s mitjançant la reflexió filosòfica -o tecnoètica-.
La ponència d’Alcoberro va generar un interessant debat entre un públic d’una cinquantena de persones que va permetre intercanviar punts de vista i reflexions respecte els nous reptes que derivats de la irrupció d’un progrés tecnològic que avança a una velocitat vertiginosa. Finalment, l’acte va es va cloure amb un sopar fraternal on el ponent i els assistents varen poder intercanviar idees sobre aquestes i altres qüestions de manera més distesa.
Concha. Historia de una librepensadora es un libro publicado en 1885, y escrito por Matilde Fernández de Ras, una mujer librepensadora muy culta, educada en Francia, madre de Matilde Ras (1881-1969), más conocida por ser una pionera de la grafología en España, por sus interpretaciones del Quijote, y por sus artículos, novelas, guiones y obras dramáticas.
Este artículo pretende recordar la reseña que Las Dominicales del Libre Pensamiento publicó en su número del 14 de junio de 1885, firmada por Melibeo. Estaríamos hablando de una obra pionera sobre el libre pensamiento en España en relación con las mujeres y escrita por una mujer.
El autor de la reseña consideraba que la obra tenía algo de novela y algo de historia. La autora se había propuesto enseñar lo que era una institutriz. Debemos recordar que había estudiado magisterio en Francia. La institutriz no era como la vieja dueña, educada en el fanatismo, y dedicada a enseñar a la joven a su cuidado acerca de las intrigas cortesanas, sin cumplir los encargos hechos por los padres de la misma. La dueña intentaba instruir a su pupila para manejarse bien en los lances amorosos frente a la institutriz que buscaría enseñar nuevos conocimientos, lo que la “sociedad moderna desea”. La dueña representaba la mujer del pasado, mientras que la institutriz representaba la mujer del presente.
Para Melibeo, la autora había demostrado todo esto en el primer libro que publicaba. Concha sería una joven educada en la escuela de institutrices, libre de preocupaciones y fanatismos. En el ejercicio de su profesión viajaba por distintos países, acompañando a una acomodada familia inglesa. Los viajes serían importantes porque de ellos sacaba múltiples enseñanzas. Concha rechazaba las solicitudes amorosas porque pensaba que no le darían la felicidad. Concha era indiferente en religión porque consideraba que en todas las confesiones había fanatismos, llegando a la conclusión de que la persona que se consideraba dueña de su corazón había de estar conforme con sus ideas y, por lo tanto, ser librepensadora. Por eso, se comprometía con un ingeniero que, habiendo empleado su corazón en investigar la verdad, se encontraba libre de preocupaciones.
En realidad, decía el autor de la reseña, más que una novela, era una autobiografía (el marido de la autora era arquitecto, por lo que sabemos), con un estilo sencillo y natural, lo que hacía que su lectura fuera muy agradable. Por eso, Melibeo animaba a la autora a no cesar en su tarea porque la mujer española lo agradecería.
A raíz de mi participación en el libro colectivo organizado por el Club Liber Cogitatio, y editado por Kermalcentral Magazine, titulado Librepensamiento. Reflexiones del Club Liber Cogitatio, una obra extensa con muchos colaboradores que abordan las distintas dimensiones de la cuestión, reflexioné sobre la vigencia de la defensa del pensamiento razonado y libre. Es evidente que este señor que les escribe es un firme partidario de estos debates y de que se plasmen en obras que puedan ser consultadas posteriormente.
Pero en estos días me he dado cuenta no sólo de la vigencia atemporal de estas cuestiones sino de la necesidad urgente de trabajar en favor del razonamiento, y en la lucha contra los prejuicios, así como, de la denuncia de los argumentos de autoridad, del dogmatismo y de los distintos negacionismos que nos asaltan. No hace muchos días un señor del que presumimos tiene una alta formación, y que ha desempeñado también altas responsabilidades políticas en nuestro país, nos dio en una de las sedes del poder legislativo y donde está representada la soberanía popular de este país, una lección contraria a la ciencia. No estamos hablando de los ámbitos donde triunfan los fundamentalistas islámicos o judíos, ni del mundo del creacionismo en Norteamérica, por ejemplo, sino de nuestro país, y ahora mismo. Es evidente que la libertad de expresión, esa que no gusta mucho, realmente a los sectores políticos en los que estaría este personaje, como demostraría la ley mordaza que, esperemos, desaparezca pronto, ampara que hasta en un lugar tan emblemático de las libertades y de los derechos, se puedan decir estas cosas. Pero…
Soy partidario de seguir amparando esa libertad de expresión, como soy firme partidario de que los librepensadores sigan trabajando con ahínco, debatiendo, escribiendo, opinando y publicando para que esas ideas contra la razón y la ciencia, en este caso, nos hagan regresar a los tiempos del Santo Oficio. El trabajo reaccionario en política que estamos padeciendo en Occidente no sólo se circunscribe a lo político o lo económico y hasta en lo social, sino también afecta al pensamiento.
Nuestro país no puede volver a épocas pasadas, y que explican nuestro secular atraso en la ciencia, la técnica y el pensamiento. Afortunadamente, unos días después de la cruzada reaccionaria, el Gobierno español aportó con la devolución del retrato del adolescente Giner de los Ríos un símbolo radicalmente contrario, propio de la España que nos gusta tanto, la del pensamiento libre, la de la pedagogía moderna, la del interés por enseñar a pensar que aquel hombre bueno, y la Institución Libre de Enseñanza, que puso en marcha, representan y que siguen inspirándonos. No lo duden, uno es un español de los de Giner y de los profesores y profesoras de la ILE, y no, ni mucho menos, de la oscuridad que algunos pretenden reeditar en la tribuna de la soberanía popular.
El pasado viernes 15 de noviembre el Club Liber Cogitatio celebró su decimocuarta cena-coloquio en l’Espai Escoles Velles de Castell d’Aro, provincia de Girona. En esta ocasión el invitado fue el catedrático de filosofía moral y política de la UNED, Antonio García-Santesmases.
Santesmases hizo una disquisición en la que analizó el fenómeno de la Ilustración desde su máximo exponente, Immauel Kant , hasta la actualidad. Si la Ilustración tenía que suponer la superación de siglos y siglos de guerras derivadas de conflictos religiosos parece, ahora en el siglo XXI, el fenómeno religioso vuelve a resurgir. García-Santesmases sostiene que en la historia los siglos pueden considerarse según su tendencia histórica, más que de manera cronológica, y es así como la Ilustración y la consecuente secularización que esta conllevó en occidente tuvo lugar entre el periodo de la Revolución Francesa en 1789 y 1914, año en que estalló la Gran Guerra. La Ilustración abrió paso a una era de conquistas sociales sin precedentes en Europa que, si bien es cierto que reunió conflictos políticos en su seno, estos ya no eran debidos a las distintas tendencias religiosas. No obstante, tras la Gran Guerra el hombre tuvo que plantearse, tras presenciar el horror, cuál era el sentido de la vida humana y, con ello, asomó el retorno del fenómeno religioso.
En la actualidad, parece ser, asoman en el Próximo Oriente nuevos conflictos religiosos que amenazan con desestabilizar el equilibrio político mundial. A su vez, algunos nuevos populismos parecen enarbolar la religión para distintos propósitos, como, por ejemplo, atacar a la inmigración. El mundo se halla ahora en una encruzijada que dificulta preveer si la Ilustración prevalecerá o si, al contrario, el fenómeno religioso volverá a ser el refugio de las masas y el motivo de enfrentamiento entre distintas naciones.
La ponencia fue enriquecida con las preguntas y reflexiones de un público que, una vez más, demostró que el pensamiento crítico está vivo y que espacios de reflexión como nuestro Club son más necesarios que nunca.
El pasado 8 de noviembre el Club Liber Cogitatio presentó en la sede de la calle Ciutat de Granada el libro Librepensamiento, reflexiones del Club Liber Cogitatio. Como ya ocurrió en el pasado junio en Castell d’Aro y recientemente en Madrid, el acto reunió a unos ponentes y a un público del más alto nivel.
Andrés Cascio presentó el acto y a los autores Joan-Manel del Pozo, Antonio Valdivia, Juan Tugores y Joan-Francesc Pont, que desarrollaron, todos ellos, una exposición de su aportación en el libro. Primero Joan Manuel del Pozo realizó una disquisición alrededor del concepto de «Fraternidad», la hermana pequeña del trinomio ilustrado y, sin embargo, la pieza necesaria en la que apoyar las políticas públicas para poder hacer posible una sociedad plural y próspera. Seguidamente, Antonio Valdivia hizo reflexionar al público con un reclamo de la economía circular, que forma de mercado que pone en el centro a las personas y al medio ambiente, todo ello en aras del bienestar colectivo. Joan-Francesc Pont, en el tercer turno, reflexionó sobre el concepto ilustrado de la justicia, un concepto que debe estar siempre orientado al bienestar de una sociedad que debe preservar un espacio público donde la laicidad debe ser el elemento cohesionador. Por último, Juan Tugores hizo una reflexión en defensa del liberalismo político y su legado ante el aparente retorno al oscurantismo de los poderes con tendencias autoritarias.
Las ponencias y el rico coloquio que siguió constituyeron la prueba de la tremenda actualidad que posee la lucha por el pensamiento crítico en una sociedad en que, cada vez más, resulta más difícil encontrar espacios de reflexión.
Dejamos a vuestra disposición el enlace del video de la ponencia, esperando que sea de su agrado:
El pasado jueves se realizó, en Madrid, la presentación del libro Librepensamiento, Reflexiones del Club Liber Cogitatio, un recopilatorio de las ponencias realizadas en el seno de nuestro club desde su nacimiento, en el bienio que corresponde a los años 2022/2024.
La presentación del libro se celebró en la sede de la Fundación Progreso y Cultura de la UGT de Madrid. El acto contó con la presencia del presidente del Club, Andrés Cascio, con el editor Vladimir Carrillo y con las intervenciones de algunos de sus autores, como Eduardo Montagut, Antonio Rovira Viñas, María Victoria Zunzunegui Pastor y Antonio Chazarra Montiel.
Además del público que asistió a la sede de la Fundación para ver el acto, la presentación se retransmitió en directo por Youtube.
Pueden ver la presentación del libro pinchando en el siguiente enlace:
El pasado viernes 20 de septiembre, día mundial del Librepensamiento, el Club Liber Cogitatio inició su nuevo ciclo de conferencias 2024/2025. Para estrenar este nuevo curso contamos con un ponente de lujo, Santiago Castellà Surribas, quien nos ofreció una ponencia titulada Democracia, laicidad y ciudadanía. El acto contó, también, con unos excelentes asistentes .
La charla fue un repaso de la entrada del humanismo y de la progresiva secularización en el derecho. Castellà sitúa en la Paz de Westfalia la irrupción del humanismo racionalista en el derecho, ya que esta estableció un cambio de rumbo sin precedentes en la defensa del librepensamiento al sentar las bases de la soberanía nacional y en el establecimiento de la libertad religiosa. Este espíritu humanista evolucionó con las Luces en un antropocentrismo radical que se vio posteriormente reflejado en cartas de derechos tales como The Bill of Rights, en el Reino Unido, la Declaración de Independencia de los EUA, en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y, también en la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana.
El ponente explicó que, a lo largo del siglo XIX, con la consolidación de los estados nación, el humanismo se vio blindado en las distintas constituciones, pero aún no habría hasta el siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, el establecimiento de una universalización de derechos. Efectivamente, la Declaración Universal de los Derechos Humanos marcó un hito en la consolidación de los derechos y libertades de la humanidad, siendo la libertad religiosa un derecho fundamental. Ya en el siglo XXI, contó Castellà, la aprobación de los ODS en la Agenda 2030 supuso por primera vez en la historia la adhesión casi todos los gobiernos a un conjunto de medidas para preservar y promocionar un conjunto de derechos sociales y de medidas contra la contaminación y el calentamiento global.
Por último, Castellà se refirió a la laicidad como el producto de la secularización y puso sobre la mesa distintas contradicciones que se encuentran las democracias más avanzadas, tales como los nuevos procesos de contrasecularización iniciados por los nuevos movimientos de extrema derecha.
Al finalizar la ponencia se dio paso a un debate que propició varias intervenciones e intercambio de ideas que pusieron de relieve la necesidad de preservar los valores humanistas y de encarar los retos de las sociedades interculturales.
La cena coloquio reunió a unas cincuenta personas que contribuyeron, una vez más, al intercambio de ideas desde la serenidad y la fraternidad.
Este artículo ha sido publicado en la revista Entreletras
Fotomontaje de Vladimir Carrillo
El Festival de Cine de Edimburgo es una especie de leyenda en la industria, funciona de manera continua desde 1947, resultando notable la habitual diversidad de su muestra, así como los espacios especializados y retrospectivas temáticas. En la edición de este agosto del 2024 ocurrirá algo a todas luces reseñable: una de las conferencias, más bien discurso, de apertura podría estar a cargo de Alex Garland, el muy nombrado director de Civil War.
Sin duda, las palabras de Alex Garland cobran relevancia por el contenido de su controvertida película en contraste con el delicado instante político que se vive en los Estados Unidos, donde el clima de enfrentamiento y polarización remueve uno de los sentimientos más recurrentes en la cultura popular: el conflicto armado en suelo estadounidense, puede que acompañado por la cruel ironía en la voz melodiosa de Gambino en This Is America.
Es verdad, a ningún experto en psicología de la comunicación política se le escapa la utilidad de la historia paranoica y conspiranoica cuando de instalar “interpretaciones alternativas”, delirantes, de los hechos en el inconsciente colectivo se trata. Y aunque la cuestión no es nueva (recordemos a Richard Hofstadter en El estilo paranoide en la política americana, 1973), es verdad que parece cobrar renovada visibilidad en esos histéricos y peligrosos momentos políticos donde la ultraderecha pone en juego todo su bagaje, sus aprendizajes históricos y amenaza con llegar a los grandes centros del poder.
Pero el relato político-ideológico paranoico no es, naturalmente, exclusivo de la ultraderecha, de hecho, es frecuente en la derecha que hace parte de la mismísima arquitectura del sistema visto en la democracia neoliberal. Lo vimos en las pasadas elecciones legislativas francesas, donde Macron llegó al colmo de afirmar que la coalición progresista (un estudio detallado parece alejarla de la sospecha de extremismo) era equiparable a la fuerza de Marine Le Pen y que representaba un peligro suficiente para arrastrar a Francia hasta la guerra civil.
El cine como analista político
Pues bien, entre todas las expresiones culturales es posiblemente la literatura y el cine las que mejor han captado esos puntos de inflexión, donde se pone en evidencia que las cosas, la crónica de las cosas, podría no ser lo que parece ser. Este peligrosísimo juego se nota, por ejemplo, en dos instantes de la contienda política: cuando la ultraderecha se convierte en nueva “fábrica de sentido”, desgranando alucinantes y ridículas explicaciones (paranoicas, claro) sobre por qué la realidad es como es, y cuando otras formaciones políticas, varadas en las tormentosas playas del falso centro neoliberal, emprenden la tarea de normalizar toda esa gritería que nos instala en la alarma y la pseudo locura permanente.
El resultado es claro: el posicionamiento político-ideológico ultra sobre los desafíos actuales (el clima, los derechos sociales, la política fiscal, la inmigración, la pobreza, Gaza, Ucrania etc.) se muestra tan alejado de las pruebas documentales, las estadísticas y, en suma, lo que aparece frente a nuestros ojos que la negociación (y la propia dialéctica del reconocimiento) se muestra como imposible. Y, por supuesto, la narrativa ultra es extraordinariamente eficiente en transmitir a otros la responsabilidad en el consenso social fracturado y cubierto de sangre; a los de siempre: el comunismo, el socialismo (aunque solo sea de nombre), el ecologismo, las feministas, los sindicatos, los pobres y miserables que presionan en las fronteras, entre otros.
Sencillamente, los ultras del mundo ejercen con gran eficiencia su papel de fábrica internacional de mitos, hechos e “interpretación alternativa” y terrores varios. Sin duda, el escenario donde estamos viendo toda esta trama alargada, cual telenovela mexicana por entregas, es el proceso electoral en los EE.UU. En el campo de batalla, un candidato extremista que estuvo y estará en problemas con la justicia, orgulloso de exhibir su falta de educación y zafiedad, sobreviviente a un intento de asesinato y provisto de un olfato político que, contra toda lógica institucional y juiciosas lecturas, le permite encabezar las apuestas para volver a la Casa Blanca.
¿Cómo no? La situación se presta como pocas veces para la aparición de grandes y medianas producciones en el género de lo “distópico aterrador”, con capítulos especiales que explotan esa pesadilla siempre tan presente en el imaginario popular: la guerra civil.
Guerra civil en el cine
Y son dos, al menos, los ejemplos más recientes. Por una parte, tenemos la enigmática y llena de sutiles e incluso elegantes simbolizaciones (de esas que gustan a los amantes del cine) Dejar el mundo atrás (2023), dirigida por Sam Esmail y con un reparto que habla por sí solo: Julia Roberts, Mahershala Ali, Ethan Hawke, Myha’la Herrold y Kevin Bacon, entre otros.
―Tenía una vaga sospecha. Todo parecía indicarlo, pero… no quería asustar a nadie. Me habrías tomado por un loco… Es un plan para derrocar un gobierno desde dentro… sin enemigos claros, la gente se enfrenta entre sí. Si la sociedad atacada es lo bastante disfuncional, ella misma haría el trabajo.
Y, por otra parte, tenemos Civil War (2024), con dirección y guion del londinense Alex Garland, que ya participara en proyectos que no dejaron a nadie indiferente, como Ex Machina (2015) o 28 días después (2002). El hecho es que Civil War ha puesto en primera línea a este director, precisamente, por el momento político que vive el mundo y los EE.UU. en particular. Una película, además, con rostros ya muy conocidos por el gran público, como Wagner Moura, que ayudó a popularizar aquello de “plata o plomo” durante su interpretación de Pablo Escobar en la absurda producción de Netflix, o Kirsten Dunst, la chiquilla atrapada por sus propios sueños e inseguridades que, posiblemente, nunca necesitó ser salvada por el superhéroe en las varias cintas sobre Spider-Man donde apareció.
―Ya no confía en el poder del periodismo, el estado de la Nación lo atestigua… ―Siempre que salía viva de una zona de guerra y enviaba una foto, sentía que enviaba una alerta a casa: No hagáis esto. Y aquí estamos.
El éxito de la nueva guerra civil mostrada por Alex Garland se explica, por supuesto, por la presencia de todos aquellos rasgos que marcan a la típica distopía, como el miedo y el tiroteo indiscriminado. Pero, en igual proporción, porque está contada desde la experiencia de periodistas y fotoperiodistas que parecen estar cansados y atragantados por la ampulosidad patriotera y la exaltación simbólico-emocional que tanto gusta a la ultraderecha. Y, atención, los laboratorios mediáticos, el periodismo y los medios hacen parte de estos debates encarnizados a los que estamos refiriéndonos.
En una escena los protagonistas son detenidos por un grupo de soldados que lanzan cadáveres a una fosa común.
―Somos periodistas. Trabajamos para Reuters. Señor, esto es una equivocación. Somos americanos… ―Ok, ¿Qué clase de americanos son? ¿Centroamericano? ¿Suramericano? ―¿Y tú de dónde eres? ―pregunta el soldado, dirigiéndose a otro aterrado reportero de ojos rasgados―. Cuando abras la boca y me digas de dónde eres, más vale que sea en claro inglés. ¿Ok? ―Soy de Hong Kong. ―¿China?
Luego un disparo de fusil mata al periodista. Se encontraban cerca de la Base militar de las fuerzas del oeste de Charlottesville, cuyo emplazamiento estaba dominado por una bandera secesionista con solo dos estrellas.
Uno de los elementos que hacen algo distinta a esta película es que, en efecto, el espectador no necesita demasiados detalles, tan solo aquel esbozo hecho por la malla argumental acerca de todos los rasgos que polarizan y desgarran en lo más profundo de los EE.UU. Lo que origina la guerra civil es justo aquello que se discute cada día en las tertulias, los debates, las barberías, entre susurros en parques y centros de trabajo y con cierta contención mal disimulada en la mesa durante la cena en familia.
Con la llegada del director de Civil War al Festival Internacional de Cine de Edimburgo, muchos nos preguntamos si existirá alguna mención, conato de análisis o breve reflexión sobre el papel del cine en los grandes choques ideológicos de nuestro tiempo o su responsabilidad de extender elementos de discernimiento y crítica entre los espectadores, aquellos y aquellas que irán a las urnas en algún momento y en ocasiones no parecen conscientes de que se están jugando sus derechos y la supervivencia como sociedad.
El caso es que Civil War ha tenido las alarmas encendidas durante meses, con un Trump que sobrevive a todo, un presidente demócrata que se retira, un modelo atrapado por profundas crisis identitarias y el mundo en vilo por lo que pueda ocurrir.
¿Dirá algo Alex Garland, durante el Festival de Cine de Edimburgo, sobre el peligro antidemocrático de un candidato que estimuló el asalto al Capitolio en el 2021, avalado como está por el éxito de su película Civil War? ¿Se referirá a qué podría ocurrir en caso de fallo de los resortes y contramedidas del sistema estadounidense cuando irrumpe una fuerza reaccionaria antipolítica y antiinstitucional?
En efecto, como ya han advertido varias voces expertas, estamos esperando saber si el modelo y las estructuras político-jurídicas del país pueden contener y apagar las amenazas a su propia destrucción, por ejemplo, cuando un pobre hombre como Trump llega a la cima del poder. ¿Las advertencias que nos hace la gran pantalla, como en Civil War, pueden ayudar a generar una reflexión de calado entre los votantes?
«El sujeto resiliente es un sujeto que, ante un conflicto entre sujeto y objeto, siempre se adapta al objeto, es decir, en vez de cambiar el mundo, el sujeto asume que es él mismo el que debe cambiar. Así pues, el orden social es considerado como un fenómeno natural»
El video ( https://youtu.be/DyZEWEjEPh4?si=9yWVWrKpUT2rngRA ) que adjuntamos en esta entrada es un resumen que el usuario Claudio Alvarez Teran elabora sobre el libro Odio la resiliencia, contra la mística del aguante del filósofo italiano Diego Fusaro, publicado en castellano por la editorial vasca Txalaparta.
El concepto de “resiliencia” es un concepto que proviene de las ciencias naturales y que hace referencia a la capacidad de los materiales y ecosistemas de mantener su estructura original tras el impacto de tensiones y condiciones adversas. Con el tiempo, el término de “resiliencia” ha adquirido significaciones que se aplican al ámbito de lo humano. Según Fusaro, hay un buen uso y un mal uso del término, dependiendo de si este contiene en sí una función ideológica.
El buen uso del concepto de “resiliencia” radica, según el autor, en el campo de la psicología, donde se define a esta palabra como la capacidad de un individuo para afrontar un trauma irreversible, aceptando el objeto del trauma y modificando la propia conducta. Como señala Fosari, aquí el uso de la palabra no tiene una función ideológica.
El mal uso del concepto, como hemos señalado anteriormente, deviene cuando este dispone de carga ideológica, es decir, cuando se aplica a la realidad política, social y económica. En el siglo XXI, el concepto de “resiliencia” forma parte del léxico moderno perteneciente al mundo de los negocios, junto a otros conceptos tales como “empoderamiento”, “motivación” o “mindfulness”. Según el filósofo, cuando el término se aplica en este sentido, hace referencia a una actitud de aceptación estoica a la realidad política y social, que se percibe como realidad inmutable. Consiguientemente, el sujeto resiliente (homo resilientis) es un sujeto que, ante un conflicto entre sujeto y objeto, siempre se adapta al objeto, es decir, en vez de cambiar el mundo, el sujeto asume que es él mismo el que debe cambiar. Así pues, el orden social es considerado como un fenómeno natural. Esta es la culminación, según Fosari, del hombre postmoderno. Un hombre que es hijo del desencanto, que no tiene nada por lo que creer, ni por lo que luchar.
Políticamente, el sujeto resiliente es el sujeto ideal del neoliberalismo. Es un sujeto optimista, ya que ve en la dificultad una oportunidad de mejora, pero al mismo tiempo es un sujeto intrínsecamente débil, ya que acepta la fuerza superior del objeto que tiene delante, es decir, acepta acríticamente la violencia cotidiana de la explotación de la mayoría en beneficio de unos pocos. El malestar social, es decir, la explotación, la precarización o las injusticias sociales no tienen lugar en el mundo, para el homo resilientis, ya que el malestar es siempre un malestar individual. El sujeto de aceptar el mundo con fortaleza. Se desactivan así las posibilidades de transformación social, fracasan las utopías transformadoras para dar lugar a un nuevo orden erótico donde prevalece el goce individual, la despolitización y la gobernanza tecnocrática. El sujeto de la historia ya no es el hombre, sino el mercado.
La clave de la resistencia ante la imposición del status quo se halla, según la propuesta de Fosari, en el lenguaje y en la lucha de clases. El lenguaje crea la realidad y la hace accesible y tiene, por tanto, una incidencia directa contra el conjunto de creencias y símbolos que sustentan el orden político. En un lenguaje marxista, el lenguaje tiene un impacto directo en la superestructura. La resiliencia debe ser llamada como lo que es: “resignación”, “resistencia apática”. El pensamiento crítico y la no asunción de la neolengua impuesta por el poder son indispensables para hacer frente al capitalismo totalitario y totalizante que acecha.
Somos un grupo de ciudadanos/as cuya característica común es el pensamiento libre, reunidos para impulsar la reflexión en torno a los principios de igualdad, fraternidad, libertad, justicia social y desarrollo humano.
A raíz de mi participación en el libro colectivo organizado por el Club Liber Cogitatio, y editado por Kermalcentral Magazine, titulado Librepensamiento. Reflexiones del Club...
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