El pasado viernes 15 de noviembre el Club Liber Cogitatio celebró su decimocuarta cena-coloquio en l’Espai Escoles Velles de Castell d’Aro, provincia de Girona. En esta ocasión el invitado fue el catedrático de filosofía moral y política de la UNED, Antonio García-Santesmases.
Santesmases hizo una disquisición en la que analizó el fenómeno de la Ilustración desde su máximo exponente, Immauel Kant , hasta la actualidad. Si la Ilustración tenía que suponer la superación de siglos y siglos de guerras derivadas de conflictos religiosos parece, ahora en el siglo XXI, el fenómeno religioso vuelve a resurgir. García-Santesmases sostiene que en la historia los siglos pueden considerarse según su tendencia histórica, más que de manera cronológica, y es así como la Ilustración y la consecuente secularización que esta conllevó en occidente tuvo lugar entre el periodo de la Revolución Francesa en 1789 y 1914, año en que estalló la Gran Guerra. La Ilustración abrió paso a una era de conquistas sociales sin precedentes en Europa que, si bien es cierto que reunió conflictos políticos en su seno, estos ya no eran debidos a las distintas tendencias religiosas. No obstante, tras la Gran Guerra el hombre tuvo que plantearse, tras presenciar el horror, cuál era el sentido de la vida humana y, con ello, asomó el retorno del fenómeno religioso.
En la actualidad, parece ser, asoman en el Próximo Oriente nuevos conflictos religiosos que amenazan con desestabilizar el equilibrio político mundial. A su vez, algunos nuevos populismos parecen enarbolar la religión para distintos propósitos, como, por ejemplo, atacar a la inmigración. El mundo se halla ahora en una encruzijada que dificulta preveer si la Ilustración prevalecerá o si, al contrario, el fenómeno religioso volverá a ser el refugio de las masas y el motivo de enfrentamiento entre distintas naciones.
La ponencia fue enriquecida con las preguntas y reflexiones de un público que, una vez más, demostró que el pensamiento crítico está vivo y que espacios de reflexión como nuestro Club son más necesarios que nunca.
El pasado 8 de noviembre el Club Liber Cogitatio presentó en la sede de la calle Ciutat de Granada el libro Librepensamiento, reflexiones del Club Liber Cogitatio. Como ya ocurrió en el pasado junio en Castell d’Aro y recientemente en Madrid, el acto reunió a unos ponentes y a un público del más alto nivel.
Andrés Cascio presentó el acto y a los autores Joan-Manel del Pozo, Antonio Valdivia, Juan Tugores y Joan-Francesc Pont, que desarrollaron, todos ellos, una exposición de su aportación en el libro. Primero Joan Manuel del Pozo realizó una disquisición alrededor del concepto de «Fraternidad», la hermana pequeña del trinomio ilustrado y, sin embargo, la pieza necesaria en la que apoyar las políticas públicas para poder hacer posible una sociedad plural y próspera. Seguidamente, Antonio Valdivia hizo reflexionar al público con un reclamo de la economía circular, que forma de mercado que pone en el centro a las personas y al medio ambiente, todo ello en aras del bienestar colectivo. Joan-Francesc Pont, en el tercer turno, reflexionó sobre el concepto ilustrado de la justicia, un concepto que debe estar siempre orientado al bienestar de una sociedad que debe preservar un espacio público donde la laicidad debe ser el elemento cohesionador. Por último, Juan Tugores hizo una reflexión en defensa del liberalismo político y su legado ante el aparente retorno al oscurantismo de los poderes con tendencias autoritarias.
Las ponencias y el rico coloquio que siguió constituyeron la prueba de la tremenda actualidad que posee la lucha por el pensamiento crítico en una sociedad en que, cada vez más, resulta más difícil encontrar espacios de reflexión.
Dejamos a vuestra disposición el enlace del video de la ponencia, esperando que sea de su agrado:
El pasado jueves se realizó, en Madrid, la presentación del libro Librepensamiento, Reflexiones del Club Liber Cogitatio, un recopilatorio de las ponencias realizadas en el seno de nuestro club desde su nacimiento, en el bienio que corresponde a los años 2022/2024.
La presentación del libro se celebró en la sede de la Fundación Progreso y Cultura de la UGT de Madrid. El acto contó con la presencia del presidente del Club, Andrés Cascio, con el editor Vladimir Carrillo y con las intervenciones de algunos de sus autores, como Eduardo Montagut, Antonio Rovira Viñas, María Victoria Zunzunegui Pastor y Antonio Chazarra Montiel.
Además del público que asistió a la sede de la Fundación para ver el acto, la presentación se retransmitió en directo por Youtube.
Pueden ver la presentación del libro pinchando en el siguiente enlace:
El pasado viernes 20 de septiembre, día mundial del Librepensamiento, el Club Liber Cogitatio inició su nuevo ciclo de conferencias 2024/2025. Para estrenar este nuevo curso contamos con un ponente de lujo, Santiago Castellà Surribas, quien nos ofreció una ponencia titulada Democracia, laicidad y ciudadanía. El acto contó, también, con unos excelentes asistentes .
La charla fue un repaso de la entrada del humanismo y de la progresiva secularización en el derecho. Castellà sitúa en la Paz de Westfalia la irrupción del humanismo racionalista en el derecho, ya que esta estableció un cambio de rumbo sin precedentes en la defensa del librepensamiento al sentar las bases de la soberanía nacional y en el establecimiento de la libertad religiosa. Este espíritu humanista evolucionó con las Luces en un antropocentrismo radical que se vio posteriormente reflejado en cartas de derechos tales como The Bill of Rights, en el Reino Unido, la Declaración de Independencia de los EUA, en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y, también en la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana.
El ponente explicó que, a lo largo del siglo XIX, con la consolidación de los estados nación, el humanismo se vio blindado en las distintas constituciones, pero aún no habría hasta el siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, el establecimiento de una universalización de derechos. Efectivamente, la Declaración Universal de los Derechos Humanos marcó un hito en la consolidación de los derechos y libertades de la humanidad, siendo la libertad religiosa un derecho fundamental. Ya en el siglo XXI, contó Castellà, la aprobación de los ODS en la Agenda 2030 supuso por primera vez en la historia la adhesión casi todos los gobiernos a un conjunto de medidas para preservar y promocionar un conjunto de derechos sociales y de medidas contra la contaminación y el calentamiento global.
Por último, Castellà se refirió a la laicidad como el producto de la secularización y puso sobre la mesa distintas contradicciones que se encuentran las democracias más avanzadas, tales como los nuevos procesos de contrasecularización iniciados por los nuevos movimientos de extrema derecha.
Al finalizar la ponencia se dio paso a un debate que propició varias intervenciones e intercambio de ideas que pusieron de relieve la necesidad de preservar los valores humanistas y de encarar los retos de las sociedades interculturales.
La cena coloquio reunió a unas cincuenta personas que contribuyeron, una vez más, al intercambio de ideas desde la serenidad y la fraternidad.
Este artículo ha sido publicado en la revista Entreletras
El Festival de Cine de Edimburgo es una especie de leyenda en la industria, funciona de manera continua desde 1947, resultando notable la habitual diversidad de su muestra, así como los espacios especializados y retrospectivas temáticas. En la edición de este agosto del 2024 ocurrirá algo a todas luces reseñable: una de las conferencias, más bien discurso, de apertura podría estar a cargo de Alex Garland, el muy nombrado director de Civil War.
Sin duda, las palabras de Alex Garland cobran relevancia por el contenido de su controvertida película en contraste con el delicado instante político que se vive en los Estados Unidos, donde el clima de enfrentamiento y polarización remueve uno de los sentimientos más recurrentes en la cultura popular: el conflicto armado en suelo estadounidense, puede que acompañado por la cruel ironía en la voz melodiosa de Gambino en This Is America.
Es verdad, a ningún experto en psicología de la comunicación política se le escapa la utilidad de la historia paranoica y conspiranoica cuando de instalar “interpretaciones alternativas”, delirantes, de los hechos en el inconsciente colectivo se trata. Y aunque la cuestión no es nueva (recordemos a Richard Hofstadter en El estilo paranoide en la política americana, 1973), es verdad que parece cobrar renovada visibilidad en esos histéricos y peligrosos momentos políticos donde la ultraderecha pone en juego todo su bagaje, sus aprendizajes históricos y amenaza con llegar a los grandes centros del poder.
Pero el relato político-ideológico paranoico no es, naturalmente, exclusivo de la ultraderecha, de hecho, es frecuente en la derecha que hace parte de la mismísima arquitectura del sistema visto en la democracia neoliberal. Lo vimos en las pasadas elecciones legislativas francesas, donde Macron llegó al colmo de afirmar que la coalición progresista (un estudio detallado parece alejarla de la sospecha de extremismo) era equiparable a la fuerza de Marine Le Pen y que representaba un peligro suficiente para arrastrar a Francia hasta la guerra civil.
El cine como analista político
Pues bien, entre todas las expresiones culturales es posiblemente la literatura y el cine las que mejor han captado esos puntos de inflexión, donde se pone en evidencia que las cosas, la crónica de las cosas, podría no ser lo que parece ser. Este peligrosísimo juego se nota, por ejemplo, en dos instantes de la contienda política: cuando la ultraderecha se convierte en nueva “fábrica de sentido”, desgranando alucinantes y ridículas explicaciones (paranoicas, claro) sobre por qué la realidad es como es, y cuando otras formaciones políticas, varadas en las tormentosas playas del falso centro neoliberal, emprenden la tarea de normalizar toda esa gritería que nos instala en la alarma y la pseudo locura permanente.
El resultado es claro: el posicionamiento político-ideológico ultra sobre los desafíos actuales (el clima, los derechos sociales, la política fiscal, la inmigración, la pobreza, Gaza, Ucrania etc.) se muestra tan alejado de las pruebas documentales, las estadísticas y, en suma, lo que aparece frente a nuestros ojos que la negociación (y la propia dialéctica del reconocimiento) se muestra como imposible. Y, por supuesto, la narrativa ultra es extraordinariamente eficiente en transmitir a otros la responsabilidad en el consenso social fracturado y cubierto de sangre; a los de siempre: el comunismo, el socialismo (aunque solo sea de nombre), el ecologismo, las feministas, los sindicatos, los pobres y miserables que presionan en las fronteras, entre otros.
Sencillamente, los ultras del mundo ejercen con gran eficiencia su papel de fábrica internacional de mitos, hechos e “interpretación alternativa” y terrores varios. Sin duda, el escenario donde estamos viendo toda esta trama alargada, cual telenovela mexicana por entregas, es el proceso electoral en los EE.UU. En el campo de batalla, un candidato extremista que estuvo y estará en problemas con la justicia, orgulloso de exhibir su falta de educación y zafiedad, sobreviviente a un intento de asesinato y provisto de un olfato político que, contra toda lógica institucional y juiciosas lecturas, le permite encabezar las apuestas para volver a la Casa Blanca.
¿Cómo no? La situación se presta como pocas veces para la aparición de grandes y medianas producciones en el género de lo “distópico aterrador”, con capítulos especiales que explotan esa pesadilla siempre tan presente en el imaginario popular: la guerra civil.
Guerra civil en el cine
Y son dos, al menos, los ejemplos más recientes. Por una parte, tenemos la enigmática y llena de sutiles e incluso elegantes simbolizaciones (de esas que gustan a los amantes del cine) Dejar el mundo atrás (2023), dirigida por Sam Esmail y con un reparto que habla por sí solo: Julia Roberts, Mahershala Ali, Ethan Hawke, Myha’la Herrold y Kevin Bacon, entre otros.
―Tenía una vaga sospecha. Todo parecía indicarlo, pero… no quería asustar a nadie. Me habrías tomado por un loco… Es un plan para derrocar un gobierno desde dentro… sin enemigos claros, la gente se enfrenta entre sí. Si la sociedad atacada es lo bastante disfuncional, ella misma haría el trabajo.
Y, por otra parte, tenemos Civil War (2024), con dirección y guion del londinense Alex Garland, que ya participara en proyectos que no dejaron a nadie indiferente, como Ex Machina (2015) o 28 días después (2002). El hecho es que Civil War ha puesto en primera línea a este director, precisamente, por el momento político que vive el mundo y los EE.UU. en particular. Una película, además, con rostros ya muy conocidos por el gran público, como Wagner Moura, que ayudó a popularizar aquello de “plata o plomo” durante su interpretación de Pablo Escobar en la absurda producción de Netflix, o Kirsten Dunst, la chiquilla atrapada por sus propios sueños e inseguridades que, posiblemente, nunca necesitó ser salvada por el superhéroe en las varias cintas sobre Spider-Man donde apareció.
―Ya no confía en el poder del periodismo, el estado de la Nación lo atestigua… ―Siempre que salía viva de una zona de guerra y enviaba una foto, sentía que enviaba una alerta a casa: No hagáis esto. Y aquí estamos.
El éxito de la nueva guerra civil mostrada por Alex Garland se explica, por supuesto, por la presencia de todos aquellos rasgos que marcan a la típica distopía, como el miedo y el tiroteo indiscriminado. Pero, en igual proporción, porque está contada desde la experiencia de periodistas y fotoperiodistas que parecen estar cansados y atragantados por la ampulosidad patriotera y la exaltación simbólico-emocional que tanto gusta a la ultraderecha. Y, atención, los laboratorios mediáticos, el periodismo y los medios hacen parte de estos debates encarnizados a los que estamos refiriéndonos.
En una escena los protagonistas son detenidos por un grupo de soldados que lanzan cadáveres a una fosa común.
―Somos periodistas. Trabajamos para Reuters. Señor, esto es una equivocación. Somos americanos… ―Ok, ¿Qué clase de americanos son? ¿Centroamericano? ¿Suramericano? ―¿Y tú de dónde eres? ―pregunta el soldado, dirigiéndose a otro aterrado reportero de ojos rasgados―. Cuando abras la boca y me digas de dónde eres, más vale que sea en claro inglés. ¿Ok? ―Soy de Hong Kong. ―¿China?
Luego un disparo de fusil mata al periodista. Se encontraban cerca de la Base militar de las fuerzas del oeste de Charlottesville, cuyo emplazamiento estaba dominado por una bandera secesionista con solo dos estrellas.
Uno de los elementos que hacen algo distinta a esta película es que, en efecto, el espectador no necesita demasiados detalles, tan solo aquel esbozo hecho por la malla argumental acerca de todos los rasgos que polarizan y desgarran en lo más profundo de los EE.UU. Lo que origina la guerra civil es justo aquello que se discute cada día en las tertulias, los debates, las barberías, entre susurros en parques y centros de trabajo y con cierta contención mal disimulada en la mesa durante la cena en familia.
Con la llegada del director de Civil War al Festival Internacional de Cine de Edimburgo, muchos nos preguntamos si existirá alguna mención, conato de análisis o breve reflexión sobre el papel del cine en los grandes choques ideológicos de nuestro tiempo o su responsabilidad de extender elementos de discernimiento y crítica entre los espectadores, aquellos y aquellas que irán a las urnas en algún momento y en ocasiones no parecen conscientes de que se están jugando sus derechos y la supervivencia como sociedad.
El caso es que Civil War ha tenido las alarmas encendidas durante meses, con un Trump que sobrevive a todo, un presidente demócrata que se retira, un modelo atrapado por profundas crisis identitarias y el mundo en vilo por lo que pueda ocurrir.
¿Dirá algo Alex Garland, durante el Festival de Cine de Edimburgo, sobre el peligro antidemocrático de un candidato que estimuló el asalto al Capitolio en el 2021, avalado como está por el éxito de su película Civil War? ¿Se referirá a qué podría ocurrir en caso de fallo de los resortes y contramedidas del sistema estadounidense cuando irrumpe una fuerza reaccionaria antipolítica y antiinstitucional?
En efecto, como ya han advertido varias voces expertas, estamos esperando saber si el modelo y las estructuras político-jurídicas del país pueden contener y apagar las amenazas a su propia destrucción, por ejemplo, cuando un pobre hombre como Trump llega a la cima del poder. ¿Las advertencias que nos hace la gran pantalla, como en Civil War, pueden ayudar a generar una reflexión de calado entre los votantes?
«El sujeto resiliente es un sujeto que, ante un conflicto entre sujeto y objeto, siempre se adapta al objeto, es decir, en vez de cambiar el mundo, el sujeto asume que es él mismo el que debe cambiar. Así pues, el orden social es considerado como un fenómeno natural»
El video ( https://youtu.be/DyZEWEjEPh4?si=9yWVWrKpUT2rngRA ) que adjuntamos en esta entrada es un resumen que el usuario Claudio Alvarez Teran elabora sobre el libro Odio la resiliencia, contra la mística del aguante del filósofo italiano Diego Fusaro, publicado en castellano por la editorial vasca Txalaparta.
El concepto de “resiliencia” es un concepto que proviene de las ciencias naturales y que hace referencia a la capacidad de los materiales y ecosistemas de mantener su estructura original tras el impacto de tensiones y condiciones adversas. Con el tiempo, el término de “resiliencia” ha adquirido significaciones que se aplican al ámbito de lo humano. Según Fusaro, hay un buen uso y un mal uso del término, dependiendo de si este contiene en sí una función ideológica.
El buen uso del concepto de “resiliencia” radica, según el autor, en el campo de la psicología, donde se define a esta palabra como la capacidad de un individuo para afrontar un trauma irreversible, aceptando el objeto del trauma y modificando la propia conducta. Como señala Fosari, aquí el uso de la palabra no tiene una función ideológica.
El mal uso del concepto, como hemos señalado anteriormente, deviene cuando este dispone de carga ideológica, es decir, cuando se aplica a la realidad política, social y económica. En el siglo XXI, el concepto de “resiliencia” forma parte del léxico moderno perteneciente al mundo de los negocios, junto a otros conceptos tales como “empoderamiento”, “motivación” o “mindfulness”. Según el filósofo, cuando el término se aplica en este sentido, hace referencia a una actitud de aceptación estoica a la realidad política y social, que se percibe como realidad inmutable. Consiguientemente, el sujeto resiliente (homo resilientis) es un sujeto que, ante un conflicto entre sujeto y objeto, siempre se adapta al objeto, es decir, en vez de cambiar el mundo, el sujeto asume que es él mismo el que debe cambiar. Así pues, el orden social es considerado como un fenómeno natural. Esta es la culminación, según Fosari, del hombre postmoderno. Un hombre que es hijo del desencanto, que no tiene nada por lo que creer, ni por lo que luchar.
Políticamente, el sujeto resiliente es el sujeto ideal del neoliberalismo. Es un sujeto optimista, ya que ve en la dificultad una oportunidad de mejora, pero al mismo tiempo es un sujeto intrínsecamente débil, ya que acepta la fuerza superior del objeto que tiene delante, es decir, acepta acríticamente la violencia cotidiana de la explotación de la mayoría en beneficio de unos pocos. El malestar social, es decir, la explotación, la precarización o las injusticias sociales no tienen lugar en el mundo, para el homo resilientis, ya que el malestar es siempre un malestar individual. El sujeto de aceptar el mundo con fortaleza. Se desactivan así las posibilidades de transformación social, fracasan las utopías transformadoras para dar lugar a un nuevo orden erótico donde prevalece el goce individual, la despolitización y la gobernanza tecnocrática. El sujeto de la historia ya no es el hombre, sino el mercado.
La clave de la resistencia ante la imposición del status quo se halla, según la propuesta de Fosari, en el lenguaje y en la lucha de clases. El lenguaje crea la realidad y la hace accesible y tiene, por tanto, una incidencia directa contra el conjunto de creencias y símbolos que sustentan el orden político. En un lenguaje marxista, el lenguaje tiene un impacto directo en la superestructura. La resiliencia debe ser llamada como lo que es: “resignación”, “resistencia apática”. El pensamiento crítico y la no asunción de la neolengua impuesta por el poder son indispensables para hacer frente al capitalismo totalitario y totalizante que acecha.
El pasado viernes 24 de mayo se celebró en la Casa de Cultura de Girona la presentación del libro De las fake news al poder. La ultraderecha que ya está aquí de la mano de sus autores Anna Clua Infante y Dardo Gómez Ruiz-Díaz. El libro está editado por la editorial Akal e incluido su colección A fondo. El evento fue promovido por la organización de Federalistes d’esquerres de Catalunya y fue presentado y moderado por el presidente del Club, Andrés Cascio y Pirri.
Dardo Gómez y Anna Clua explicaron cómo, a partir de las clases que comparten en la universidad, surgió la necesidad de recopilar sus reflexiones alrededor del auge de la ultraderecha. En el libro se analiza cómo la mentira y la difamación son herramientas que los ultras utilizan para ocupar espacios de poder. Los autores explicaron que el discurso emocional de los populismos se vuelve visceral e, incluso, irracional y que, poco a poco, va atacando a distintos colectivos con el objeto de conformar una sociedad homogénea sin disidencia. El feminismo y el librepensamiento, apuntaron los autores, son objetivos a abatir por parte de la extrema derecha. La nueva internacional ultraderechista ya está aquí y hay muchos poderes económicos que los apoyan. Hoy, más que nunca, es necesaria una respuesta ciudadana que combata la sinrazón con la razón antes de que sea demasiado tarde.
A la presentación del libro le siguió un interesante coloquio donde público y autores pudieron dialogar sobre la cuestión.
Durante la ponencia, los autores mencionaron el poema Primero vinieron, del pastor Martin Niemöller, que rescatamos aquí:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío,
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
«La foscor guarda, temporalment, les llavors de les futures plantes, algunes d’elles les més belles i exuberants que estan per aflorar».
La llum i la foscor son dos conceptes antagònics que, alhora, necessiten l’un de l’altre per a gaudir de contingut semàntic. Altrament, la vida, tal i com la coneixem els humans, transcorre dins l’alternança astronòmica del reflex de la font de vida, és a dir, de la llum solar -i, a vegades, lunar- i l’absència de la mateixa. D’altra banda, sota la volta del cel, no hi ha mai una foscor absoluta, com més endavant tractarem. La llum i la foscor també són conceptes que vertebren els relats supraterrenals. En molts relats cosmogònics, la creació sempre es du a terme des de la foscor per a, després, il·luminar allò que ha estat creat. Els treballs que es duen a terme en la Francmaçoneria universal es duen a terme, també, en l’interval que travessa aquests dos estats. Així, la llum i la foscor ho travessen tot. En les lògies en les que, no fa gaire, han celebrat el ritual especial de l’equinocci vernal s’ha pogut apreciar que les referències a les nocions de llum i foscor no són poques i que els francmaçons s’encomanen a la victòria de la llum sobre la foscor, una victòria que, utòpicament, superi el determinisme de -fins ara- l’etern retorn dels cicles solars.
Moltes cosmogonies dels antics sistemes mitològics i religiosos situen el punt d’inici de la creació en la foscor. Podem citar-ne algunes: Segons la cosmogonia sumèria, el món començà amb Namnu, deessa descrita com a aigües primordials que engendrà als altres déus que conformaren l’univers i a la humanitat. De la mateixa manera passaria a Babilonia amb la deessa de les caòtiques aigües salades, Tiamat, que va crear i, a continuació, es va unir amb el déu de les aigües dolces Apsu, de qui van sorgir els altres déus. Al principi de tot, segons la mitologia egípcia, només hi havia la foscor de les aigües primordials, una foscor que contenia dispers i confós l’esperit que, en un determinat moment, va prendre consciència de sí mateix i es va constituir en el déu Ra, qui, començà a crear l’univers i els altres déus. De forma similar succeeix a la mitologia grega, que explica que en el primer moment hi havia el Caos, una mena de forat obscur que contenia, de forma desordenada, tots els elements. En un dels mites de la creació de l’hinduisme, es situa a Vishnu en la foscor d’unes aigües primordials, qui en el moment d’autoconsciència començà a dur a terme la construcció de l’univers i dels altres déus. De manera semblant passa a altres sistemes religiosos tals com els asteques i moltes altres cultures. Així passa, també, en el cristianisme, on Déu, mitjançant el logos, va fer la llum sobre «una terra caòtica i desolada (sota les aigües) i on les tenebres cobrien la superfície de l’oceà».
En definitiva, en moltíssims relats cosmogònics la vida terrestre apareix amb la llum i sense aquesta no és possible. No obstant, els déus, el món i els éssers sorgeixen o emanen d’una foscor caòtica originària. En molts d’aquests mites de la creació, segons avança el relat, apareix, en determinat moment, una lluita entre la llum i la foscor -pensem en els casos de Seth, Prometeu o Llucifer-, però això és un altra història.
En Francmaçoneria és constant l’evocació als conceptes de llum i foscor. Des del primer moment del ritus d’iniciació, el neòfit és confinat durant una estona relativament llarga a la foscor de la cambra de reflexió. És en aquesta estança on tots els neòfits es qüestionen el sentit de la seva existència profana i iniciada i a la pròpia decisió de trucar la porta del temple. Una vegada finalitzats amb èxit els tres viatges restants, l’aspirant està preparat per a rebre la llum. Aquí passa, segons el nostre parer, el que Plató descriu quan explica la nova vida que li espera a l’home que és alliberat de la caverna i pot contemplar, per primera vegada, el món exterior. La llum que els francmaçons reben quan s’inicien és una llum encegadora i fugaç, l’esplendor de la qual hauran de cercar durant la resta de les seves vides, tant a l’àmbit profà, com a l’àmbit esotèric. Ara bé, aquesta pèrdua, aquesta paraula perduda, no es percebria com a tal sense aquest enlluernament inicial. L’ideal, creiem, és tenir paciència i perseverança per a què els ulls s’acostumin a saber mirar i a veure a la llum. Pensem, també, que aquesta és la raó per la qual els aprenents fan els seus treballs des de septentrió, on la llum no té tanta incidència.
Voldríem apuntar, a propòsit de la cambra de reflexió, a una altra metàfora. La foscor guarda, temporalment, les llavors de les futures plantes, algunes d’elles les més belles i exuberants que estan per aflorar. La natura ofereix altres exemples de la fecunditat d’aquesta foscor temporal: el ventre de la mare, l’ou, el capoll, la hivernació de certs mamífers… I en certa mesura, també, dóna la impressió que l’home ha volgut emular en els seus treballs de maçoneria operativa aquest estat fecund d’obscuritat temporal. Al respecte, crida l’atenció com l’estructura de la majoria de temples i oratoris constitueixen un espai més o menys gran on impera un ambient que tendeix a la foscor i on l’espai més il·luminat es troba a l’altar. És probable que aquesta arquitectura sigui així per afavorir la reflexió dels feligresos i preparar-los en l’ànim per a rebre, interiorment, la llum del que és diví.
Tal i com passa en l’arquitectura sacra, també succeeix als temples maçònics. Imitant l’estructura dels cels, la lògia simbolitza els quatre punts cardinals, on l’orient i l’occident marquen els punts solsticials (màxims esplendors de la llum i la foscor) i on septentrió i migdia marquen els punts equinoccials (els punts on la llum rau en igualtat amb la foscor). Per aquesta mateixa raó, a allà on surt el sol hi ha el/la Venerable Mestre, i per on marxa hi ha el/la Guardatemple, que protegeix els treballs dels francmaçons del món dels estranys, juntament amb les llums del/la Germà/na Primer/a Vigilant i del/la Germà/na Segon/a Vigilant. I és que no hi ha nit totalment negra.
Tot el que hem dit fins ara ha estat per fer referència a la fecunditat de la foscor. Ara bé, aquesta fecunditat es dona sempre i quan, i això volem destacar-ho, aquesta foscor sigui temporal. Si és així, aquesta obscuritat és fecunda perquè propicia la reflexió, i la reflexió és un reflex, un veure el propi doble i, per tant, aquesta du a la introspecció, a mirar dins de cadascú. Pot ser que en alguns casos la llum deixa al descobert un munt de figures que distreuen, mentre que moltes altres vegades és difícil conciliar el son perquè, al tancar els ulls, un munt de pensaments assalten la ment. A vegades passa, també, que és després de passar els períodes –metafòricament- més obscurs quan els individus treuen més aigua clara de qui són, de com són, de qui o de què volen.
Però la foscor ha de ser temporal. Quan la foscor s’eternitza és quan apareixen els elements negatius en l’existència humana, i no només en aquesta, pensem, per exemple, en la gran extinció del Cretàcic, ocasionada, en gran part, per la privació de la llum solar. Quan un individu passa per un període obscur i no troba la llum, pot assolir un estat patològic de tristesa que el dugui a problemàtiques greus i permanents. A nivell històric i social, els períodes de foscor solen anar acompanyats d’una ceguera que es manifesta en forma d’odis i fanatismes que tenen com a conseqüència guerres i persecucions que impossibiliten qualsevol mena de progrés espiritual i material. En aquest sentit, resulta interessant que “les llums” és com anomenem al període de l’auge del pensament liberal il·lustrat que s’alçà en contra de la dogmàtica escolàstica precedent i del sistema estamental feudal. També la foscor és, sovint, sinònim d’ignorància i la llum és símbol de saviesa, i és que els pensadors del segle de les llums s’anomenen, sovint, il·lustrats. Quan dilucidem alguna cosa, sovint diem que posem llum sobre aquella cosa. És més, la majoria d’accions que necessiten de diferents operacions del nostre cos, necessiten de la llum per a ser dutes a terme.
Probablement, el més savi sigui acceptar l’alternança de la llum i la foscor i procurar que hi hagi, entre ambdós estats, un sa equilibri. I és que les persones necessitem de les dues. A vegades la foscor, com hem intentat explicar abans, propicia el treball teorètic (la idea del temple o la forma de la pedra), mentre que la llum facilita la praxi (la construcció del temple o el poliment de la pedra). El terra d’escacs de la lògia testimonia aquesta constant alternança natural de la llum i la foscor, i és tasca dels francmaçons, com a continuadors de la Tradició i guerrers de la moral universal, fer que la inevitable presència de la foscor al seu interior i al món sigui una foscor fecunda que prepari l’adveniment de més llum.
Fa poc hem acabat la lectura d’un llibre anomenat Teología estelar y astronomía masónica on l’autor, Robert Hewitt Brown, especula sobre els possibles orígens de la paraula “francmaçó”. Tot i que els estudis etimològics fan que sigui poc plausible, uns dels orígens del terme podria ser, com apunta Hewitt, del plural de l’egipci “phree-massen”, que traduït al català seria “fills de la llum”. Malgrat la poca credibilitat de la proposta, aquest apel·latiu no dista de l’ideal de l’imaginari maçònic que exhorta als francmaçons a dins i a fora del temple a estendre, simbòlicament, la llum real de la Francmaçoneria Universal.
II. Los certeros ajustados y en no poca medida anticipatorios comentarios, sobre Marcel Proust y James Joyce
… porque su tema es el pasado que se acumula en la Memoria, un pasado destinado a perderse, Sí no se rememora, por su incapacidad De convertirse en porvenir.
Marcel Proust
Antonio Machado fue un intelectual sólido y –aunque no lo practicó en exceso- un agudo crítico de las ideas. Sabe tomar el pulso a las innovaciones culturales del tiempo que le tocó vivir.
Califica a ambos autores como “frutos maduros y tardíos del espíritu ochocentista”, poniéndolos, de paso, a salvo de alguna de las “guerras culturales” que sólo brillan un momento como estrellas fugaces, en un espacio donde toda novedad es “elevada a los altares”.
Su primera intuición intelectual es que no puede llamárseles poetas, mas advierte con profundidad, que en diversas épocas los poemas esenciales no se han escrito en verso.
La intuición de Antonio Machado es profunda y las páginas de su Discurso, un notable y valiente ejercicio intelectual. Naturalmente, eso es algo que queda fuera del alcance de los críticos convencionales, que pontifican desde el pedestal que proporciona el llamado “principio de autoridad”, cuando en realidad carecen de autoridad y de principios. Se trata tan solo de embaucadores sin escrúpulos, la mayoría de las veces.
Machado sin darse importancia, elegantemente, observa, imagina y juzga sin falsa modestia. Con su inteligencia presta argumentos a quienes se adentren en la “estructura de la realidad” sin anteojeras.
Marcel Proust dio a conocer en vida, solo parcialmente, su A la recherche du temps perdu. Entre 1908 y 1922. Las tres últimas entregas aparecieron con carácter póstumo.
El Ulysses de James Joyce, una de las obras más vanguardistas del periodo –y quizás del siglo- apareció en 1922. El lector avisado, debe tener presente que el Discurso de entrada a la Academia, que nunca llegó a pronunciarse es de 1931. Quiere esto decir, que escribe sin perspectiva ni alejamiento, pero capta la dimensión cultural, vanguardista y poética de estas dos obras.
Pocos errores, muestran con más claridad, ser cortos de vista como aquellos que postulaban el entierro necesario del capital simbólico, en aras de una objetividad ya desfasada. Los agoreros y sepultureros no suelen acertar en sus predicciones. Se toman demasiado en serio sus espejismos. Creen “estar a la última” inventando cada día un nuevo “ismo”, dejando muchas veces de lado tanto el corazón como la cabeza. Otorgándose el derecho, que nadie les ha dado, a decir la última palabra y configurando un guirigay febril y acrítico.
En Machado, por el contrario, todo es un querer comprender, convencido como está, de que el pensamiento permite traspasar los límites de la realidad superficial. Pasada la confusión del llamado “periodo de entreguerras”, los espíritus inteligentes y sagaces son los que extraen las consecuencias apropiadas en su esfuerzo analítico. Al enfrentarse a Marcel Proust, advierte que se ha cerrado con llave de oro la novela burguesa. Una vez más, algo muere y algo comienza.
Se acabaron las glorias épicas. La “melodía” del siglo que fenece y del que comienza a querer afianzarse, no trata de gestas ni de heroísmos… sino que desciende del pedestal y pone el foco de su atención en esperanzas e inquietudes intranscendentes, pertenecientes al ámbito de lo cotidiano con no poca nostalgia.
Don Antonio define a la novela como un “poema degenerado”. Nace del recuerdo de lo vivido o soñado. Dicho en otras palabras, el tiempo… el paso del tiempo, es el auténtico protagonista. Téngase, además en cuenta, que lo que se ha perdido en confianza épica y voluntad heroica se ha ganado en reflexión y calidad analítica. Quizás por eso, es un retrato tan decadente… y la nostalgia acaba llenándolo todo o casi todo.
Machado capta que Proust es sutil y “autoinspectivo”, con esa capacidad añadida de evaluarse a sí mismo y a su tiempo. Es en este sentido y en otros varios, un poeta de la memoria que se mueve como pez en el agua, cuando evoca una realidad agonizante que va feneciendo entre estertores, procurando no llamar en exceso la atención, a la vez que oculta sus fingimientos.
Proust, como otros creadores solitarios y gigantescos, carece de epígonos. Se marcha sin hacer ruido, haciendo mutis por el foro, con su amargura y frustraciones a cuestas y con una sonrisa enigmática.
Cuando la sutileza machadiana se enfrenta con Joyce, es como si entraran en contacto – serenamente, eso sí- dos fuerzas de la naturaleza opuestas. Don Antonio considera que la locura es una enfermedad de la razón y que Joyce si no presenta síntomas de haber perdido la razón, al menos, lo parece.
Muestra, con toda crudeza un vacío pavoroso –más sistémico de lo que parece- El irlandés sabe moverse en medio de un auténtico vertedero de las ideas y del lenguaje. Sus páginas son, en cierto modo, una corrosión obsesiva.
El Ulises es un largo monólogo, sistemáticamente “desracionalizado”. Joyce –interpreta sagazmente Machado- arroja al cubo de la basura, el pensamiento decadente de su momento histórico. Da la impresión de que se erige en continuador de Ockham y toma su “navaja” como modelo, sometiendo a un auténtico expurgo, toda lógica externa.
El crítico y penetrante intelectual que es Machado, no tiene miedo en seguir sus intuiciones. Dicho con todos los respetos, Joyce tiene no poco de cínico y funambulista, de tahúr y hasta de trilero del lenguaje. Al mismo tiempo, es una figura no sólo necesaria sino imprescindible. Da la impresión, no pocas veces, de que los vocablos se asocian o bien al azar o siguiendo un mecanismo diabólico. El Ulises es ante todo y sobre todo, “un callejón sin salida del solipsismo lírico”. Algunos estudiosos han llegado a afirmar que en cierto modo se aproxima a un “monadismo hermético”. El lector avezado advertirá, ignoro si con un poco de desaliento, de que este libro que renuncia a la lógica, renuncia asimismo, a la moral.
Machado lo califica de desintegración de la personalidad individual. Creo que es acertadísima esta apreciación. Se ha hablado largamente sobre la fragmentación del sujeto, lo que aquí es patente. La impresión que queda en el lector no es otra que la de la antipática frialdad de lo objetivo.
Es capaz de enunciar que cuando una pesadilla estética se hace insoportable… el despertar está cercano, pretendiendo con su Discurso –menos absurdo de lo que parece que el lector se haga a la idea de lo difícil y complicado que es que la lírica se emancipe “de las cadenas de su tiempo”.
¿Cuál es la razón de que Machado se haya detenido en Proust y en Joyce? Mostrar su abierta disconformidad con los poetas sin alma, con los creadores que han renunciado “a bucear” hasta que el hombre se encuentre consigo mismo.
Una vez más, expresa su distanciamiento y disconformidad con el concepto que popularizó Ortega de deshumanización del arte. Exponiendo de nuevo que el creador de empuje, por una parte mira a las ideas transcendentes y por otra al corazón del hombre.
Uno de los logros de Antonio Machado en este Discurso es su afirmación firme y democrática de que difundir la cultura James Joyce es mucho más que difundir un caudal “limitado entre muchos”. Muy al contrario, es contribuir al “despertar de las almas dormidas” y acrecentar el número de los capaces de espiritualidad.
Los comentarios y reflexiones sobre el Discurso machadiano, ponen de manifiesto que los inquisidores de toda laya y condición, se creen infalibles cuando las más de las veces, son efímeros y prescindibles.
El Discurso está repleto de ideas anticipatorias y conceptos sugestivos y de penetración filosófica, que lo convierten en un instrumento sólido y digno de ser analizado con atención.
Los espíritus nobles formulan las ideas como conjeturas. Don antonio lo hace con inequívoca modestia y con sobrada solvencia. Hoy, por contraste, los populismos insustanciales y sin complejos han llegado también al terreno del ensayo, presentando sus vaguedades como “grandes descubrimientos”.
Es mucho más lo que podría extraerse de este Discurso, nunca pronunciado. Creo sin embargo, que es un deber de memoria sugerir lo que hallarán, sin duda, quienes lo asimilen y si hiciese falta lo actualicen.
Agradezco a la revista digital Entreletras la oportunidad que me ha brindado al permitir que exponga estas limpias, claras y premonitorias ideas machadianas… que durante demasiado tiempo fueron subversivas para los bien pensantes.
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