De lo que existe, hay ciertas cosas que dependen de nosotros, y otras que no

Epicteto

Mientras que en Italia la figura de Amerigo Vespuccio sigue despertando interés y hasta levantando pasiones –basta recordar los actos organizados con ocasión del V Centenario de su muerte en 1512-, entre nosotros sigue pasando desapercibido y como de puntillas.

Se conocen, sí, aspectos relevantes de su vida más hay datos que son negados o puestos en duda por los historiadores. Existen, también, biografías de distintos periodos. Desde mi punto de vista, destaca la de Stefan Zweig que una vez más, nos introduce al personaje dentro de sus coordenadas históricas, sociológicas, culturales y científicas. Es más, procura observarlo desde dentro. Con humildad, no exenta de rigor analítico y de un cierto escepticismo nos hace ver que los caminos de la historia y su investigación son erráticos y, en diversas ocasiones han ido dando tumbos… antes de poner las cosas en su sitio, logrando que encajen al menos, provisionalmente.

Quien quiera iniciarse en Amerigo Vespuccio y todo lo que conlleva y trae consigo su figura, haría bien en comenzar su andadura leyendo o releyendo la biografía de Zweig.

Este navegante nacido en Florencia acabó por dar nombre al continente americano. ¿Cuál es la grandeza de sus aportaciones? Llegar al convencimiento y atreverse a formular que las tierras en las que Colón puso el pie no eran Asia sino un nuevo Continente.

¿Qué sabemos de su carácter y formación? Fue concienzudo y supo ganarse la confianza de, por ejemplo, los Medicis a quienes sirvió o de los reinos de Castilla-Aragón o Portugal que apoyaron y financiaron sus viajes. Sabemos que tenía conocimientos de astronomía, matemáticos y geográficos, especialmente por lo que a cartografía se refiere, nada desdeñables. Era despierto, inteligente, buen observador, concienzudo y dotado de una elegante curiosidad intelectual. Son esas algunas de sus características más destacadas que Zweig resalta. Su mirada y su visión del mundo eran un tanto escépticas, tanto con respecto a la “época que le tocó vivir” como a los tiempos que habrían de suceder a su presente incierto lleno de incertidumbres y desafíos.

Prudentemente y sin alharacas supo ser fiel a sus convicciones. Fue decidido, cuando había que serlo y, digno de que se depositase confianza en él. Como hombre recio que era despreciaba la frivolidad moral y apreciaba la lealtad y la amistad.

El mundo en el que le tocó desenvolverse estaba sufriendo alteraciones profundas. A periodos de quietud, siguen otros un tanto caóticos y donde todo o casi todo parece asimétrico. En esos momentos de “aullidos inaudibles” encuentra su espacio, lo que podríamos denominar “la topografía del error”, siguiendo a Walter Benjamin.

No debemos olvidar que a lo largo de su vida habían tenido lugar sucesos y descubrimientos que, no solo iban a alterar los conocimientos científicos y culturales sino que iban a inaugurar un nuevo periodo histórico.

La figura de Amerigo Vespuccio ha tenido y, lo que es incluso más curioso, sigue teniendo defensores y detractores. El ser humano es complejo y, por tanto, están sujetos a interpretación la mayor parte de sus iniciativas, proyectos e incluso descubrimientos.

Hacía tiempo que la teología cedía terreno aceleradamente, a favor de la ciencia y del humanismo. Las huellas de un Dante Alighieri, Giotto, Rogerio Bacon y otros, en modo alguno, podían pasar desapercibidas. Como una mancha de aceite se iba extendiendo el convencimiento de que hay cosas en las que los modernos pueden enmendar la plana a los antiguos o lo que es lo mismo, que un nuevo mundo está por instalarse desplazando al antiguo. Los encargados de gestionarlo somos los vivos aunque contemos con las aportaciones de los clásicos.

Los acontecimientos se iban precipitando aceleradamente. El portugués Bartolomé Díaz dobló el Cabo de las Tormentas, pasando a denominarlo el Cabo de Buena Esperanza, logrando llegar al Océano Indico a través del Atlántico. Los descubrimientos se iban sucediendo unos a otros hasta alterar profundamente, los conocimientos establecidos. Me parece justo mencionar, aunque sea de pasada, a Paolo dal Pozzo Toscanelli ya que Amerigo Vespuccio lo tuvo muy en cuenta en la elaboración de sus proyectos así como en la redacción de determinados documentos.

En 1503 aparece en París “Mundus Novus” de Amerigo Vespuccio. Ni que decir tiene que un editor avispado puede ocasionar verdaderos “cataclismos”. Se trata de una carta dirigida a Lorenzo de Pierfrancesco de Medici. ¿Por qué escribe esta carta Vespuccio, la imprime y se la dedica a un Medici? La respuesta está contenida en la propia misiva para que su recuerdo siga vivo en la posteridad. En esta carta da cuenta del viaje que realizó en 1501, a bordo de barcos portugueses. Describe y da fe a aspectos interesantes de lo que aconteció en esos meses.

¿Es el “Mundus Novus” una gran obra? Tajantemente no, pero son muchas las cosas que juegan en el acontecer histórico: elegir el momento oportuno, contar con el apoyo –podría decirse incluso que oportunista- de un editor y querer rendir tributo a la familia de los Medicis son, sin duda, factores que entran en juego.

Entre las curiosidades que pueden y deben citarse está el nombre de Venezuela ¿por qué? porque la entrada al Lago Maracaibo, recordó a Vespuccio, Venezia y de ahí el nombre de Venezuela o pequeña Venezia, con la que “bautizó” esas tierras.

Una serie de imprecisiones se ciernen sobre estos hechos. ¿Cuántos viajes realizó Amerigo Vespuccio? En realidad, no lo sabemos con certeza. Es de destacar que algún tiempo después aparece “Lettera di Amerigo Vespucci delle isole nouvamente ritrovate in quattro suoi viaggi” ¿Cuál es el incuestionable valor de esta obra? En el que en ella exprese su firme convencimiento de que existen nuevas tierras, otro continente podríamos decir, entre Europa y Asia. Por otra parte, afirma que sus viajes fueron cuatro. No hay motivos para ponerlo en duda, salvo que se tengan pruebas de lo contrario.

Siguen los felices hallazgos, quizás las casualidades que en determinados momentos parecen dirigir o adelantar los pasos de la Historia. Así el cosmógrafo Martín Waldseemüller tuvo la feliz idea de editar las cartas de Vespuccio junto a su “Cosmographiae introductio”, incluyendo además, sendos retratos de Ptolomeo y Vespuccio. Me parece oportuno citar unas palabras suyas incluidas en el prefacio: “Ahora que esas partes del mundo han sido extensamente examinadas y otra cuarta parte ha sido descubierta por Amerigo Vespuccio, no veo razón para que no la llamemos América, es decir, tierra de Amerigo, su descubridor, así como Europa, África y Asia recibieron nombres de mujeres”. Desde luego, la letra pequeña que acompaña a los grandes descubrimientos es, sin la menor duda, apasionante.

No podemos pedir conclusiones precisas cuando el mundo conocido está en eclosión, en ebullición, más creo que sería exigible “desfacer algún que otro entuerto” y llevar un poco de información y de luz a algunos silencios glaciares. Las deducciones precipitadas se van decantando y asentando. Sabido es que las intuiciones son un arma de doble filo, más hay que ir poniendo las cosas en su sitio.

En otro lugar hemos comentado que tuvo detractores y buenos amigos y protectores. Fray Bartolomé de las Casas fue un tipo nervioso y sanguíneo. En ocasiones y, sin venir a cuento, arremete contra Vespuccio poniéndolo de vuelta y media, llega a motejarlo “de mentiroso y ladrón”, entre otras lindezas semejantes. Por eso es útil, muy útil, escuchar relajadamente y con respeto el “Réquiem” de Mozart… y no prestar excesiva atención al griterío y a las voces frenéticas que acompañan lo que podríamos denominar el paisaje atormentado del tiempo.

El Renacimiento y el Humanismo han ido dejando su poso. Asistimos a una auténtica transformación del mundo y como en toda transformación están presentes las conspiraciones y las paranoias… aunque pronto desaparecerán de la escena, dejando su lugar a una nueva cultura y a una nueva sensibilidad.

Poco a poco, las naciones y sus mandatarios van asumiendo la importancia de aquellos ingentes espacios ignotos… y aquellas distancias inhumanas que guardan una nueva fauna, una nueva flora y, al parecer de algunos, auténticas y abundantes riquezas.

Una lección que deberíamos tener presente es que mientras aquellos que anclados en la tradición y el inmovilismo piensan que estamos viajando hacia ninguna parte, en realidad lo estamos haciendo hacia nuevas concepciones del mundo. A todo crepúsculo sigue una aurora. La figura de Amerigo Vespuccio con estas y otras consideraciones se agiganta, hasta convertirse en una metáfora política, sociológica e histórica.

En la Civilización Occidental los viajes han sido determinantes; ahí está la Odisea, donde Homero o los sucesivos homeros supieron plasmar lo que de aventura tiene el viaje. En su caso, sin embargo, Ulises regresa a Ítaca, de donde partió. En la concepción del mundo que se va abriendo paso, el afán de muchos es encontrar nuevas rutas, poner el pie en lugares desconocidos e ignotos. Se viaja por muchos motivos, entre ellos, conocer más y conocer otras tierras y otras gentes, amén de la codicia y hallar nuevas rutas para el comercio de las especies. La antropología cultural debe, en nuestro caso, sus orígenes a establecer correlaciones de afinidad y contraste entre los dos mundos.

Amerigo Vespuccio fue un hombre capaz. Estuvo todo lo alejado que se puede estar de extravagancias, trivialidades y banalidades. Su punto de vista, aunque se haya hecho poco hincapié en ello, es el del observador, el del científico, el de quien sabe “sacar jugo” a las noticias que le llegan, a los mapas… al igual que otros muchos hombres tenía en el fondo de su espíritu un afán de gloria, más en todo momento supo embridarlo y controlar la vanidad.

Por este y otros motivos el “Mundus Novus” puede ser considerado nada menos que un monumento memorable de la humanidad. Hay quienes han considerado a Vespuccio un intérprete de sueños. Creo que se debe seguir explorando en esta dirección.

Nos van saliendo al paso hechos harto significativos, pero ocultos por una densa capa de indiferencia. De un tiempo a esta parte, se está haciendo un uso abusivo del término y del concepto intrahistoria; de forma más modesta yo sugeriría que se prestara mayor atención a la letra pequeña. Aquella en la que no se ha reparado o se ha enviado, sin más preámbulo, a espacios marginales.

¿Quién presta hoy atención, sin ir más lejos, a la Comunidad de Saint-Dié? Su iniciativa de alguna manera sirvió para modificar la perspectiva de los hechos. El haber advertido la importancia del “Mundus Novus” es de una agudeza y penetración admirable. No les paso desapercibido que Vespuccio había escrito: “En aquella parte meridional yo he descubierto el Continente habitado por más multitud de pueblos y animales que nuestra Europa, o Asia, o bien África” Era precisa una clara inteligencia para descifrar lo que estas palabras significaban y lo que tenían de relevante.

Vespuccio le dio el nombre de Nuevo Mundo, sin más. No debe pasarnos, sin embargo, desapercibido el mérito de los cartógrafos, geógrafos y científicos del Gymnasium Vosgianum, sostenido y financiado por Renato de Anjou, rey de Provenza. Estos sabios lo que pretendían era divulgar y hacer accesible los descubrimientos científicos, recurriendo a la impresión de libros para que su conocimiento pudiera extenderse.

Me parece de transcendental valor que se atrevieran a dar el nombre del nuevo continente a quien tuvo la osadía de formular que no se trataba de una prolongación de Asia, sino de un mundo nuevo. Elegir esa denominación frente a otras como Tierra de Papagayos, Brazil, Isla de Santa Cruz o Islas Occidentales es, también, altamente meritorio.

Amerigo Vespuccio, que por cierto tuvo una buena amistad con Cristóbal Colón y nos dejó testimonios de que lo apreciaba, tuvo una existencia aparentemente gris. Murió y fue enterrado en Sevilla en 1512 sin que historiadores ni cronistas den la menor importancia al hecho.

Un signo de estupidez y de soberbia es el atacar a un personaje histórico para ensalzar a otro. Tanto Cristóbal Colón como Amerigo Vespuccio tienen un lugar en la Historia, aunque en el caso de Vespuccio haya recibido insultos sin venir a cuento de Fray Bartolomé de las Casas, como ya hemos indicado en su Historia General de las Indias, de Miguel Servet y hasta de Voltaire.

Las cosas empiezan a variar cuando interviene la historiografía y se examinan con rigor testimonios, documentos y las cartas, de su –si no abundante sí, interesante- correspondencia.

Merece la pena destacar que Amerigo Vespuccio tuvo biógrafos desde épocas muy tempranas. El bibliotecario y escritor florentino Ángelo María Bandini (1726/1803), autor de “Vita e lettere di Amerigo Vespucci” pasa por ser el primero. A esta siguieron otras, muchas de ellas de autores italianos. Vuelvo a insistir en que la de Stefan Zweig ofrece muchos puntos de interés y muchos hilos de los que tirar.

No es extraño que no abunden biografías sobre Vespuccio en castellano. Opino que debería hacerse un esfuerzo para suplir esta laguna y, de paso, hacer mención a los últimos descubrimientos. El prestigioso profesor Magnaghi, nos ha advertido con su habitual perspicacia, que hay que poner más atención de la que se ha prestado hasta ahora, a las “Cartas”. Es un comentario muy acertado.

Amerigo Vespuccio se naturalizó español. Según consta en una carta de fecha 24 de abril de 1505. Conocemos asimismo que fue nombrado Piloto Mayor de Castilla, dependiente de la Casa de Contratación.

Hay una carta, sin embargo, en la que no se ha hecho excesivo hincapié, dirigida a su hijo Diego, por el almirante Cristóbal Colón, en la que define textualmente a Vespuccio como “hombre de bien”.

Mi propósito al escribir este breve ensayo, fuera de factos y eventos como V Centenarios y años de descubridores, es contribuir modestamente, a la rehabilitación de la figura de Amerigo Vespuccio, fundamentalmente por su importancia histórica como cosmógrafo, navegante y descubridor.

Sobre Amerigo Vespuccio al igual que como tantos otros grandes hombres no está todo dicho. Deben rellenarse las lagunas, despejarse los interrogantes y dar respuestas convincentes a no pocas dudas que aún subsisten.

Como prueba de que sigue habiendo incógnitas sin desvelar, aludiré a que últimamente se han planteado coincidencias entre los escudos de armas de los Despuig catalanes y los Vespucci florentinos. El origen de este nuevo fleco es una carta que se guardaba, celosamente, en la biblioteca del Conde de Montenegro (Mallorca) y que en la actualidad se muestra en el Museo Marítimo de Barcelona. Merece, a mi juicio, un estudio exhaustivo que establezca que hay de cierto en las afinidades supuestas. Hay que dilucidar que concomitancias o semejanzas hay entre las “avispas” de uno y otro escudo y, también, ¿qué hace allí la tan traída y llevada Flor de Lis?

Creo sinceramente, que no se pueden cerrar páginas antes de haberlas leído y analizado pormenorizadamente. La figura del florentino Amerigo Vespuccio todavía… pese al tiempo transcurrido, continua generando controversias, lo que claro está contribuye a hacerla más viva y actual ayudando a esclarecer las zonas donde aún prevalecen las sombras.