“Una idea falsa, pero clara y precisa, tendrá más poder en el mundo que una idea verdadera y compleja”

Alexis de Tocqueville

Hay pensadores a los que hay que volver, para orientarnos en este presente incierto en el que nos ha tocado vivir. Cornelius Castoriadis es, con pocas dudas, uno de ellos. Sus planteamientos filosóficos, sociológicos y culturales son ahora más necesarios que nunca, pese a lo rápido que todo perece… y a que falleció a finales del siglo XX.

Es un pensador controvertido, lucido y crítico. Jean Paul Sartre dijo de él que “tuvo razón en el momento equivocado”. Sus ideas conservan frescura, capacidad de provocación y una reivindicación del poder de la imaginación, que nos hace mucha falta hoy en día, donde la mayoría de la actividad intelectual es plana e insustancial.

Cuando la democracia está debilitada, cuando asistimos a un ascenso de los populismos, frecuentemente trufados con la extrema derecha, es tonificante que acuda en nuestro auxilio este filósofo greco-francés que se enfrentó con una enorme integridad a todo lo que suponía dominación. Esta actitud valiente, le granjeó enemistades y descalificaciones por parte de quienes hacían una lectura “cerrada y ortodoxa”, tanto del marxismo como del psicoanálisis.

En el siglo XX empezó a fraguarse una visión multidisciplinar para descifrar una realidad, progresivamente compleja, en que habíamos de movernos. Cornelius Castoriadis fue un filósofo, mas, también, un economista y un psicoanalista.

Son pocos los que hoy recuerdan su carácter combativo y su defensa del concepto de ‘Autonomía política’. Creía que la acción debe seguir al pensamiento y, por eso, fue el creador y dinamizador junto con Claude Lefort del Colectivo “Socialismo o Barbarie” y de una revista transgresora con el mismo título que suscitó interesantes debates y no pocas polémicas y que ejerció una influencia en los círculos de izquierda en los años inmediatamente anteriores a Mayo del 68.

Luis Gómez Llorente nos hablaba, a veces, que en el pensamiento de Castoriadis había ideas fuerza y planteamientos que suponían rescatar y actualizar a Rosa Luxemburg. Al igual que otros, abandonaría el marxismo canónico pasando a elaborar y dar forma a un pensamiento político próximo al autonomismo donde eran perceptibles elementos e influencias del denominado socialismo libertario.

Tuvo el mérito de ser de los primeros en criticar el estalinismo y el socialismo real, a los que calificó, un tanto despectivamente, con el apelativo de burocráticos.

En estos momentos de debilidad democrática, es oportuno que hagamos unas consideraciones sobre la evolución que han seguido los acontecimientos antes de proseguir hablando de Cornelius Castoriadis y de sus planteamientos innovadores.

La filosofía castoriadana tiene mucho de pensamiento alternativo y de crítica feroz a la postmodernidad. Conforme fue ganando espacio esta línea de pensamiento, el deseo y las pulsiones de cambio se fueron, primero ‘sofocando’ y, más tarde, olvidándose como antiguallas, que había que introducir como si de un objeto inútil se tratara, en el baúl de los recuerdos.

Desde mi punto de vista, fue desmovilizador y reaccionario el anuncio, a bombo y platillo, de que había que poner fin a los denominados grandes relatos. ¿Qué ha venido después? fragmentación, confusión, desorden y, sobre todo, una pérdida de referentes… que impiden una visión de conjunto.

Todo esto lo vio venir. Por eso, con cierta radicalidad formuló que democracia y capitalismo eran para él, incompatibles. En medio del desprestigio general de las Instituciones, sus palabras, propias de un agitador intelectual cobran un sentido casi profético.

Las consecuencias han sido, entre otras, la desafección de miles de ciudadanos hacia el sistema democrático, la rabia y las frustraciones que deslegitiman principios largamente arraigados en las sociedades occidentales.

Llueve sobre mojado. Las contradicciones, tanto en el terreno político como en el cultural y social nos desgarran. Hoy, podemos incluso rastrear los distintos grados de la derrota que han ido dejando a su paso amargas decepciones. Castoriadis nos deja como legado una idea fuerza: sin inspiración, sin imaginación… sin rebeldía contra la dominación, sencillamente no hay futuro.

Nos invita con inteligencia a reaccionar frente al agotamiento estéril y acomodaticio que nos atenaza.

Un problema con el que nos tropezamos a diario es que el concepto de democracia cada día es menos unívoco y más equívoco. Por ello, nos movemos en un terreno harto resbaladizo cuando intentamos exponer y expresar cualquiera de sus conceptualizaciones.

Las palabras de Bernard Crick, teórico político británico y socialista democrático, cuyas opiniones pueden sintetizarse en los siguientes términos: ‘Hay muchos significados asociados a la palabra democracia. Si hay alguno verdadero, como parece haber dicho Platón, debe estar guardado en el cielo y, desgraciadamente, todavía no se nos ha comunicado’

En medio de tanto desconcierto y de tanta ambigüedad, el espíritu combativo y las palabras imaginativas de Castoriadis posibilitan que nos orientemos entre tanta confusión. Es de un valor estimable su postulado de que ‘hay que reinventar constantemente la construcción de las sociedades autónomas que vayamos ideando’. No es casual que algunos pensadores hayan definido su teoría como ‘filosofía de la imaginación’.

La advertencia es nítida. Es necesario crear vínculos entre Imaginación y política. Me parece igualmente, de calado la distinción que realiza entre política instituyente y política instituida. La primera es la que está atenta a favorecer las innovaciones y a ajustarlas al devenir social. La segunda, por su parte, es la que promueve la perpetuación de lo establecido. Para él, hay que apostar por el futuro sin conocer en que va a consistir.

No es casual que considere como uno de los males que nos atenaza el que hayamos encapsulado la imaginación, tarea en la que han influido no poco, los medios de comunicación de masas.

Gusta de analizar con profundidad el pasado, como lo hace con la democracia ateniense, donde percibe la autonomía y la creación de instituciones que se ajustan a las necesidades de su momento histórico.

Me parece formidable su crítica a Heidegger, al que acusa de paso, de adulterar las traducciones clásicas de los textos que utiliza.

Lo cierto es que la sensación de ineficacia y de insatisfacción puede dar lugar y, de hecho ya lo está dando, a una regresión democrática. Es por eso que hay que prestigiar la democracia como un sistema con capacidad para resolver conflictos y reconocer lo que ha supuesto su implantación para la mejora colectiva de las condiciones de vida.

Conviene, asimismo, hacer una breve reflexión sobre la irrupción de los populismos, tan vinculados a los movimientos de extrema derecha, y su deslegitimación democrática, que puede poner en peligro la estabilidad y traer como consecuencia una pérdida de derechos y libertades y un autoritarismo creciente.

Ha de tenerse muy presente el desorden y el reduccionismo propios de toda tipología social que pretenda perpetuar el pasado, negándose a poner en juego en el tablero, las innovaciones necesarias. Hay quienes ya se atreven a expresar que la crisis -o las sucesivas crisis- que padecemos podían acabar convirtiendo en un gigantesco vertedero, tanto la convivencia como lo que se ha dado en llamar la sociedad del bienestar.

No sé hasta qué punto somos conscientes de que el mundo ha perdido sensibilidad moral, política y sindical y, las ha sustituido por proclamas vacías y retóricas del más rancio reaccionarismo.

Otro pensamiento de Cornelius Castoriadis que no quiero pasar por alto, es que el sujeto es libre de adoptar sus propias decisiones. Es consciente de que el pensamiento autónomo se resquebraja y se impone un modo de vida alienado y heterónomo. Lo que naturalmente, es fruto de distintas presiones que invitan al ciudadano a que actúe de un modo determinado que ha sido fijado de antemano.

Precisamente de ahí proviene una de sus preocupaciones esenciales. No hay objetivo de mayor alcance ni enjundia que construir modelos de sociedad donde el hombre pueda reinventarse una y otra vez.

Otro aspecto sobre el que es pertinente reflexionar, pese a que algunos lo consideran desfasado, es el de autogestión, con todo lo que implica. Un atractivo más es que argumenta, concienzudamente y critica los postulados de las corrientes que vienen preconizando la muerte del sujeto.

Es mucho lo que aún tiene que decirnos, si leemos atentamente las ideas y planteamientos de sus obras más estimulantes y provocadoras. Fue sin duda adelantado e incluso profético en La sociedad burocrática, en la que junto a aspectos autobiográficos contiene reflexiones certeras sobre el París agitado mas, vivo y creativo que conoció.

Puede sostenerse, sin exageración, que su pensamiento es innovador. En cuanto a filosofía política se refiere, su visión tiene no poco de telúrica, de sincera y de original. Se le ha calificado de excéntrico. No me lo parece.

Sus detractores afirman que algunos de sus planteamientos son demagógicos… puede que fuera radical pero el momento histórico que vivió era propicio a rupturas, a cuestionar abiertamente el marxismo escolástico, es más, a hacerlo no solo desde un punto de vista ideológico sino moral y, al mismo tiempo, a realizar una crítica profunda y rigurosa del capitalismo, con una virulencia que después se ha ido perdiendo.

Fueron unos años en los que surgieron una pléyade de pensadores y activistas, que no es fácil encontrar juntos, pero que de una forma u otra se movieron en torno al círculo de Socialismo o Barbarie. Pensemos en Edgar Morin, Jean-François Lyotard, Henri Lefebvre o Guy Debord como elementos más activos y destacados.

Fue un inconformista nato y como a todo inconformista le costaba adaptarse a cualquier modalidad cerrada. Iba siempre más allá. Son cruciales sus análisis y sus reflexiones sobre el Mayo del 68. En esta etapa, su obra más representativa y de mayor calado es La institución imaginaria de la sociedad. Su pensamiento se vuelca en la acción humana al margen de lo estrictamente lógico. Hay quien ha opinado que es y representa ‘la inspiración espiritual del Mayo francés’.

Daniel Cohn-Bendit sostiene este mismo punto de vista. Se llega incluso a señalar que el famoso slogan “La imaginación al poder” procede, casi literalmente, del último artículo que escribió en la revista Socialismo o Barbarie.

Nunca fue un estructuralista. Polemizó y se apartó tanto de Michel Foucault como de Roland Barthes y tuvo no pocas desavenencias con Louis Althusser y Gilles Deleuze. Puede afirmarse que tampoco encajaba dentro de la línea de pensamiento lacaniana, pese a las afinidades y puntos de vista compartidos que en un principio tuvo con Jacques Lacan.

De un modo u otro lo que resulta obvio es que llegó a interesarse vivamente por el psicoanálisis, desde un enfoque y punto de vista muy personal y heterodoxo.

Me parecen relevantes sus reflexiones sobre que el ser social es actividad y es hacer. En un plano simbólico, el hombre genera el mundo que habita y con este procedimiento se inventa a sí mismo.

Para él todas las sociedades construyen sus propios imaginarios: instituciones, leyes, tradiciones, creencias, comportamientos…

Su interés se centra entonces en considerar que las sociedades cambian, analizando los periodos históricos de mayor movilidad y cambio social. Esto no está lejos de la consideración de que el hombre modifica y crea su entorno con la finalidad de dar respuestas convincentes a las necesidades individuales y colectivas que siente, ahora bien, lo hace dentro de una época concreta y de una cultura determinada.

Su pensamiento se aleja, cada vez más, del determinismo materialista histórico, profundizando la brecha que lo iba separando del marxismo ortodoxo. Por el contrario, cada vez cree más en un proyecto de auto-emancipación autónoma. Esta ha de rechazar las ideologías y visiones heterónomas que han construido sus imaginarios atribuyéndolos a alguna autoridad extra social.

Fueron años de confusión y de no poco oportunismo. Observándolos con una cierta perspectiva, es útil separar el trigo de la paja y distinguir las voces auténticas de quienes se quedaron en la hojarasca y en los aspectos anecdóticos y triviales.

Castoriadis buscó lugares y espacios intelectuales, cada vez más difíciles de encontrar, donde se pudiese respirar libremente. Algún tiempo después del Mayo francés, no es difícil advertir que aparecen formas de censura, más sutiles pero de similares tendencias castradoras. Los centros de poder son conscientes de que para ‘desactivar’ las ideas más movilizadoras el consumo, la alienación y el fomento del narcisismo individualista dan los mejores resultados.

Con el paso del tiempo, Cornelius Castoriadis se va convirtiendo en un fugitivo de sí mismo, cada vez más aislado.

Una cierta impostura sustituye al compromiso. El cambio de paradigma de los slogans ‘mayistas’ por las camisetas con el rostro del Che Guevara como mero adorno estético, dan buena cuenta de los que estamos apuntando. Un halo hiperindividualista y consumista lo invade todo. La consecuencia más evidente es el alejamiento de la política y el descredito de la democracia.

La huella de Cornelius Castoriadis ha sido evidente. Algunos de los pensadores contemporáneos más influyentes la han analizado críticamente. Señalemos entre ellos a Jurgen Habermas, Daniel Blanchard o Takis Fotopoulos. A este respecto, me parecen de un alto valor las palabras que le dedica Jurgen Habermas, que por otra parte, en diversas ocasiones, lo critica abiertamente. Reconocer el valor y el alcance del pensamiento ajeno es inequívocamente un signo de grandeza intelectual.

He aquí palabras de Jurgen Habermas “Castoriadis ha emprendido la tentativa más original, ambiciosa y reflexiva de pensar de nuevo como praxis emancipadora, la mediación de historia, sociedad, naturaleza interna y naturaleza externa”

Esta visión, todo lo parcial y fragmentaria que se quiera, debe servir al menos para valorar como la filosofía política del siglo XXI, con sus rupturas y los nuevos derroteros que explora debe continuar, al menos, reflexionando sobre el futuro y las amenazas que se ciernen sobre nuestro modelo de sociedad.

El pensamiento es continuidad, aproximación y ruptura. Los filósofos de la segunda mitad del siglo XX, muchos de los cuales presenciaron el derrumbamiento del marxismo y la aparición de otras corrientes y vivieron críticamente acontecimientos como el Mayo francés, deben pensarse y repensarse como es el caso de Cornelius Castoriadis. Sus ideas nos ayudan a comprendernos mejor como seres conscientes e intencionales.

De su vasta obra quisiera sugerir, aparte de las lecturas ya indicadas Los dominios del hombre. Gedisa – Barcelona, 1988. Se trata de un análisis lúcido sobre la sociedad contemporánea.

Para quienes quieran conocer un poco más y mejor a Cornelius Castoriadis, le resultará muy útil Castoriadis de José Manuel Vera – Ediciones del Orto. Madrid, 2002. José Manuel Vera es uno de los estudiosos y buenos conocedores del pensamiento del autor greco-francés. Autor, asimismo, de Leyendo a Castoriadis Transversales. España, abril 2006 y Castoriadis: la interrogación permanente, texto publicado en Iniciativa Socialista, núm.48 – Marzo 1998.

Porúltimo, quisiera dedicar un par de líneas a Castoriadis, un titán del espíritu, de Edgar Morin, texto que se lee con pasión, que no excluye los aspectos polémicos, pero que incide en la gran estatura intelectual del pensador greco-francés.

Tal vez, en otra ocasión haya que volver sobre Castoriadis. Algunas de las perspectivas que abrió merecen una exploración detallada y concienzuda. A la hora de hacer una revisión crítica de los filósofos y sociólogos más destacados del siglo XX y de sus aportaciones a la filosofía política, por el peso de su pensamiento, por la fuerza de sus ideas y por el desarrollo de sus teorías sobre el valor de la imaginación para la construcción de los modelos sociales, no puede prescindirse, a la ligera, del legado de Cornelius Castoriadis.