… y todo
es lo mismo y no es lo mismo

Juan Ramón Jiménez

Me interesa cada vez más la literatura italiana. El hecho de haber vivido décadas, por no decir siglos, al margen de las corrientes europeas nos ha privado de conocer mejor algunos intelectuales y literatos, sencillamente imprescindibles para interpretar mejor los últimos años del siglo XX y lo que llevamos del XXI. En el caso de Italia esto es paradigmático.

Giuseppe Berto (1914–1978) no es un escritor ni fácil, ni amable. Su literatura es crítica, desasosegante y profunda. Puede decirse que fue un verso suelto, no perteneció a ninguna corriente ni grupo de presión. Sus novelas tienen el sello innegable de una búsqueda incesante de lo auténtico en las profundidades del ser humano. En esta colaboración para la revista Entreletras, pretendo enfrentarme a una novela tan difícil, enrevesada y laberíntica como Il male oscuro.

Al finalizar la segunda Guerra Civil europea y tras unos años de optimismo e incluso de euforia… el clima intelectual y cultural europeo se fue tornando inquietante, sombrío y, desde luego, pesimista.

Quienes creyeron que tras unas décadas de progreso material… íbamos a mejorar como seres sociales y solidarios, se equivocaron de plano. Muy al contrario, aparecieron aquí y allá, los primeros síntomas causados por las heridas mal cicatrizadas y… quienes se dedicaron a pensar y a analizar lo que venía, hubieron de reconocer que… las viejas pesadillas no estaban conjuradas y que lejos de irse definitivamente, permanecían agazapadas… al acecho.

Pronto surgieron quienes pretendían echar el freno de mano al tren de la historia. Quizás por eso, la literatura dejó de mirar hacia fuera para ‘bucear hacia dentro’ y escudriñar los golpes fríos con sus efectos inflexibles, que lejos de estar resueltos se hallaban profundamente arraigados bajo capas de indiferencia aparentemente despreocupadas, aunque progresivamente individualistas, insolidarias y consumistas.

Colectivamente somos el resultado de un fracaso. Algunos intelectuales y creadores se construyeron a sí mismos contra las cuerdas. Los hay que escribieron, hicieron cine y se comportaron como ‘cazadores furtivos’, entendiendo que la vida es un camino con más dudas que certezas. No obstante, se fue imponiendo lo más frívolo.

La inercia fue asfixiando los intentos críticos de libertad y cada vez se fue extendiendo más y más el miedo, siempre paralizante y reaccionario. Europa –y muy especialmente Italia- aceptaron, como si fuera inevitable, el conformismo.

Los creadores, íntegros y de una pieza como Giuseppe Berto, siguieron un ‘modus operandi’ que les fue empujando a la soledad y al ostracismo. Consistía éste en observar, investigar y relatar con pocas, muy pocas, concesiones. Conectaron así con quienes se atrevieron, desde finales del XIX, a analizar y diagnosticar lo que podía esperarse y por donde ‘flaqueaba’ la burguesía europea.

Dos Guerras Civiles europeas casi consecutivas, dejan una profunda huella, dolor y un vacio que no es fácil superar. Los enfrentamientos –lo sabemos por experiencia- no los gana nadie, muy al contrario, todos pierden. Giuseppe Berto lo comprobó fehacientemente.

Hay quienes encuentran de una manera natural y relativamente fácil su lugar en el mundo. No es el caso de Berto. Sus experiencias de la Segunda Guerra Mundial fueron duras, crueles y le hicieron replegarse, aún más, en sí mismo.

Probó a dar clases e intentó salir adelante en diversos trabajos, con escaso éxito. En la Segunda Guerra Mundial fue hecho prisionero en el norte de África, yendo a parar a un campo de concentración en Hereford (Texas). En su forzosa estancia en Estados Unidos, se sintió fascinado por John Steinbeck y, de cierta manera, por algunas historias de Ernest Hemingway.

De pocos escritores se puede afirmar con tanta propiedad que fue un solitario empedernido, un verso suelto. Algunos críticos, que quizás no hayan profundizado demasiado en su literatura, lo adscriben al ‘movimiento neo-realista’, mas aunque utiliza alguno de sus rasgos, no se le puede encasillar, sin más, en esta tendencia.

Puede decirse que tuvo simpatías por el fascismo y se desengañó, puede decirse que simpatizó con el marxismo y, que algunos de sus textos son reivindicativos y de contenido social. En realidad, estaba al tanto de todo lo que flotaba en el ambiente, pero no se identificaba con nada. Durante años padeció una neurosis de angustia que le hizo volcarse hacia dentro y practicar una especie de ‘psicologismo’ donde es frecuente, la ironía y convive la amargura con un trasfondo humorístico.

Los contactos entre el mundo literario y cinematográfico, en esos años eran muy frecuentes en Italia. Hizo periodismo y escribió guiones cinematográficos –a veces basados en sus propias novelas-. Me parece un detalle digno de ser tenido en cuenta, su interés por el psicoanálisis, que no solo le ayudó a enfrentarse con éxito y superar, hasta cierto punto sus depresiones, sino que tuvo una honda influencia en su escritura.

Quiero centrarme ahora para ir al grano, en el año 1964, en el que publica no sin vencer muchas dificultades, Il male oscuro. Desde mi punto de vista, su obra emblemática, aunque difícil y que necesita una cierta hermenéutica para disfrutarla en toda su riqueza y en sus diversos aspectos, algunos de ellos laberínticos y otros instalados en lo hondo del subconsciente.

Como ha sucedido innumerables veces a lo largo de la historia de la literatura, Il male oscuro, fue rechazada por diversas editoriales. Cuando vio la luz, sin embargo, no es exagerado afirmar que fue una auténtica conmoción con pocos precedentes. Sin ir más lejos, obtuvo en pocas semanas, dos de los premios de mayor calado y prestigio de las letras italianas. Me refiero al Viareggio  y al Campiello.

¿Es una novela autobiográfica? sin la menor duda, pero es mucho más. Es una introspección psicoanalítica en busca de las raíces de su sufrimiento. Es experimental e innovadora.

En un año tan decisivo para el futuro de Europa como 1989, fue llevada al cine por Mario Monicelli, con guión del propio Giuseppe Berto. Antes de seguir estas reflexiones, me gustaría señalar que una película que alcanzó un éxito notable, Anónimo Veneciano, dirigida por Enrico María Salerno, también contó con un guión de Berto. Una de sus primeras novelas Il cielo è rosso, fue llevada al cine, dirigida por Claudio Gora, con guión una vez más del propio Berto.

Pasemos ahora a realizar unas valoraciones críticas sobre esta novela que, aunque en España no sea muy conocida, es adictiva, inquietante, perturbadora y, desde luego, nada convencional. Quizás ahora, sea el momento oportuno de prestarle la atención que no tuvo en nuestro país, cuando fue publicada.

Los miedos, cuando están muy arraigados, alienan, enajenan a los creadores, más también, les dan fuerza para exorcizarlos y convertirlos en páginas literarias sinceras y de incuestionable valor.

La buena literatura, en modo alguno es infrecuente que esté escrita con rabia, dolor y sangre. A los creadores independientes y originales es imposible clasificarlos y menos aún, obligarles a que transiten por los terrenos trillados que exigen quienes se erigen en centinelas del saber en cada momento. Puede afirmarse, con pocas dudas, que Giuseppe Berto fue un creador irreductible y hermético.

Como el escritor introspectivo e inteligente que era, supo decodificar lo que tenía delante y adoptar una crítica social que también, conectaba con el neo-realismo italiano e incluso con determinados aspectos del materialismo dialéctico, aspecto éste menos conocido. Bebió de ‘muchas fuentes’, de Antonio Gramsci, de Galvano della Volpe, si bien, con reservas. Es también, reseñable que en sus páginas se advierte, de cuando en cuando, nada más y nada menos, que la influencia desprejuiciada y comprometida de Umberto Ecco.

Siguió una trayectoria original, un tanto zigzagueante y llena de vericuetos y recovecos. Sus coetáneos, como no podía ser de otra forma, le influyeron. Pensemos en Giorgio Bassani o en Italo Calvino, mención aparte merece Pier Paolo Pasolini, con quien compartió su pasión cinematográfica, su sentido crítico de la sociedad del presente en Italia y la conciencia de la deriva uniformadora, alienante y consumista que amenazaba a la cultura.

Es un escritor meticuloso. Sus páginas van dando cuenta lentamente, de su complejo mundo interior. Sus relatos están llenos de cavilaciones. Su mundo es como una ciudad en ruinas evacuada después de un bombardeo. Como escribió Cervantes, podría decirse que ‘ve las cosas debajo de la tierra’. Sus obras tienen mucho de encrucijada. No es nada fácil desentrañar sus monólogos… es más, parece una esfinge. Europa se va tornando progresivamente más insegura.

Freud, sin aparecer nunca en la trama, es un personaje importante de la novela. Freudiana es la introspección y freudiano es el afán de comprender y de interpretar. ¡El mal oscuro, que bien define el título, la perturbadora sensación de vacío!

En la novela, si es que de una novela se trata, hay una inmensa sensación de frustración expresada con la inteligente pericia de quien siempre está alerta. Escribir esta obra en cierto modo fue una catarsis. El propio Giuseppe Berto reconocería en una entrevista, que rompió con ella toda vinculación con su obra anterior. Puede que sea exagerado mas son sus propias palabras.

¿Qué destaca en Il male oscuro? la forma de aprehender y de traspasar la realidad con el pensamiento. Giuseppe Berto toma conciencia de sí mismo y logra una interpretación veraz de la existencia, que como sucede en algunas obras literarias, de tarde en tarde, viene a ser también una radiografía y hasta una metonimia de unos años difíciles.

El autor, hay momentos en que se desnuda ante el lector. Es más, podemos rastrear traumas no resueltos como el complejo de Edipo. La relación con su padre siempre fue difícil, pero más tarde o más temprano, era necesario afrontarla.

Desde luego merece la pena bucear, seguir aunque sea a trompicones el larguísimo monólogo interior que tiene no poco de liberador, desde el momento en que acepta que está atrapado y que solo puede salir indemne enfrentándose a los monstruos interiores que llevan años acosándolo… persiguiéndolo.

Se manifiesta nítidamente una sensación insoportable de soledad, más es apasionante su forma peculiar de entenderla… y expresarla. Creo que no es posible decodificar lo que oculta si no se echa mano del psicoanálisis.

Sus propuestas son obscuras y hasta tenebrosas. Cuando viaja a Sicilia en busca de su hija, toma la decisión de quemar las páginas de su autobiografía… mas no lo hace, de hecho es el relato que el lector ha leído, no hace mucho y donde sus recuerdos reprimidos, como la lava de un volcán, salen a la superficie.

Su estrategia comunicativa tiene algo de enfermizo, hasta de perverso. Quizás por eso, es un espejo de la volatilidad,,-de lo liquido diríamos hoy-, y poco consistente de la Italia y de la Europa de su tiempo, que empiezan a mostrar las grietas que con el paso de los años se irán ensanchando y profundizando.

‘La falsa templanza’ no es sino otro disfraz para encubrir el mal que se avecina. Los lobos con piel de cordero van socavando los puentes solidarios y lo que queda de humanismo en el pensamiento.

No es, ni mucho menos negativo, predecir las catástrofes que asoman por el horizonte. La realidad se va manchando progresivamente de dicotomías tramposas, que cada día que pasa incrementan la alienación, el servilismo y la indiferencia. Giuseppe Berto no es un profeta pero sí un intelectual honesto que se atreve a exponer los problemas de la mala conciencia…  la falsa conciencia de una época. Otro aspecto por el que merece la pena adentrarse en su literatura es su convencimiento de que hay que repartir los sacrificios.

La superficialidad es una mancha de aceite que se extiende. Advierte con lucidez que la ‘naturaleza trilera y ventajista’ está a punto de cerrar un círculo en el que se asfixian los compromisos morales. Quizás por eso, la memoria tiene una capacidad reparadora tan grande… hemos de aferrarnos a ella, pues quizás es  uno de nuestros últimos asideros.

Le asquea que cada vez un mayor número de ciudadanos europeos se sienten indiferentes a todo lo que les rodea, sin darse cuenta de que están levantando los muros de un destino trágico del que no tardarán en ser ellos mismos víctimas.

Todo cuanto hemos venido exponiendo, lo fue convirtiendo en un desarraigado, un controvertido intelectual y un escritor al que no es posible calificar, ya que escapa a todo intento de taxonomización. La derecha lo considera un izquierdista, los marxistas un fascista y los fascistas lo califican de traidor. Probablemente, ninguno acierta. Para aproximarse a su figura conviene hacerlo a través de un prisma que nos muestra a un ser desvalido,  roto por dentro y con unos planteamientos en cierto modo libertarios.

Tan vilipendiado, tan menospreciado, tan traído y tan llevado de acá para allá, no puede extrañarnos que su última novela, que titula La Gloria, sea un intento de rehabilitación de un ‘apestado’ como Judas Iscariote. Como ocurre con otras obras suyas, tiene mucho de auto-explicación y de autobiografía.

Es un escritor cuyas páginas nos son muy útiles para vivir en esta Europa un tanto desnortada y sin capacidad de respuesta a los problemas que nos abruman y que nos sumen en un clima de desconcierto.

Es evidente que Il male oscuro, es su obra emblemática, mas creo que quien no quiera adentrarse en esta novela psicoanalítica y fruto de una neurosis profunda, puede entrar en contacto con su literatura con obras menos angustiosas y desasosegantes, tal es el caso de Il cielo è rosso  o Il brigante, si bien tropezamos con los problemas habituales, alguna está descatalogada y alguna otra no está traducida al castellano.

Estoy convencido de que tras la Segunda Guerra Mundial, surge una pléyade de creadores e intelectuales italianos, sobre los que merece la pena meditar, valorar sus hallazgos y repensar sus propuestas. ¡Son tan actuales algunas de ellas!

Giuseppe Berto es uno de ellos… y más, cuando hace años que nadie lo reivindica.