Mi corazón, se parece al hondo mar; el huracán y la
Heinrich Heine
marea lo agitan; pero en su arena oscura bellas perlas
se esconden; cavando en sí mismo hasta alcanzar los
más hondos estratos de la subconsciencia, buceando
sus más turbios mares, encontrará el poeta su tesoro.
Poeta y ensayista alemán
I. Machado frente a la poesía
La cita de Heine, extraída del Discurso, dice no poco de lo que Antonio Machado pensaba que era poesía y, sobre todo, la actitud del poeta hacia ella.
Mucho se ha escrito sobre Antonio Machado poeta, tal vez en exceso. Ha prevalecido, en general, un tono repetitivo, tópico y parcial. Me extraña un tanto, sin embargo, que apenas se haya hecho mención a su Discurso de Ingreso en la Academia de la Lengua, que nunca llegó a pronunciar. Leído con atención contiene una serie de elementos de gran interés ensayístico.
Lo escribió en 1931 y en vida del poeta nunca se publicó. Es sabido que el franquismo intentó censurar, tergiversar, edulcorar la obra machadiana, especialmente en las páginas en que mostraba un mayor compromiso republicano y ético.
El Discurso se publicó por primera vez en 1951, en la Revista Hispánica Moderna de Nueva York. Tuvo su mérito, mas su conocimiento quedó reducido a algunos círculos académicos y de exiliados. El hecho de habernos llegado tarde y mal influye en ese desconocimiento. Hay que agradecer a Aurora de Albornoz su esfuerzo por rescatarlo y transmitirlo, recordándonos que el suyo fue un compromiso de memoria democrática, incuestionable.
Los retrógrados y refractarios no lograron a la postre sus propósitos, ni dañar el prestigio del poeta, mas retrasaron el conocimiento cabal de su legado. Varias generaciones sólo conocieron un “Machado mutilado”.
Me propongo ofrecer una panorámica haciendo algunas calas en aquellos puntos de más interés, mas el lector o lectora interesado puede y debe localizarlo, leerlo integro, con atención y extraer sus propias conclusiones.
Machado fue un intelectual, incluso un sabio que no alardeaba nunca de sus conocimientos mas dejaba traslucir su escepticismo, su ironía… tal y como manifiesta en su Mairena póstumo y en alguna de sus colaboraciones en la magnífica revista Hora de España.
Es un discurso de madurez y –si se me permite el comentario- de altos vuelos. Está en plena posesión de sus recursos y en un estado de ánimo proclive a decir lo que piensa sin cortapisas.
Pueden rastrearse sus “cicatrices del alma” y en la arquitectura del Discurso se deja entrever su opinión del mundo del subconsciente y de los ensueños, entre otras cosas.
Su búho de Atenea, posado en la rama, dice sobre la poesía lo que muchos no han podido o no han querido expresar. La poesía busca y necesita impulsos vitales… mas es también, reflexión sobre el tiempo. Poco se ha detenido la crítica en el devenir de las expresiones líricas.
Esa necesidad del poeta de dar un paso tras otro con rabia, mas con serenidad, mientras “hace camino”.
Es importante el pensamiento crítico aplicado a la poesía para compensar tantos lugares comunes, inertes y vacios. Las etapas fronterizas… lo es y mucho, el fin del XIX y las primeras décadas del siglo XX, merecen analizarse con detenimiento tal y como lo hace Machado.
Ha pasado mucha agua bajo los puentes y, quizás por eso, la cultura padece enfermedades, algunas de ellas degenerativas. Hace falta “instinto” para saber captar la “vulnerabilidad” que encierra. Lo que en modo alguno ni puede y ni debe confundirse con los residuos tóxicos.
En Machado se percibe la lógica poética como expresión de la universalidad estética. Es más, hay que estar muy atento para captar en la hermenéutica de los versos machadianos una conciencia dolorida que late.
El lector debe valorar en su justa medida su confesión de que estudió con ahínco más filosofía que literatura. Es sugestivo cuando expresa su concepción de que la palabra escrita le produce fatiga, cuando no recuerda la vivacidad de la hablada. Utilizando la ironía y cierta retranca, se atreve a formular que si se elimina de la poesía todo lo que no lo es, se obtendrá, como el que busca y encuentra un tesoro, la poesía pura.
Me parece originalísimo su convencimiento de que –en el hoy del poeta y, por extensión también, en el nuestro- la poesía como el resto de las artes, ha de recobrar la conciencia de sus fines y sus medios. Para Antonio Machado una reflexión sobre la poesía, con cierta hondura, es inseparable de la filosofía del arte.
En la relación que establece entre la poesía y lo barroco y sus consideraciones sobre las formas subjetivas del arte, asocia con agudeza el descrédito de la metafísica, motivado por la contaminación positivista, que tanto daño ha hecho.
Su concepción poética se rebela contra este estado de cosas, afirmando que “la corriente individualista” viene a ser un nuevo y afilado instrumento de la subjetividad, porque dimensionándola la proyecta a nuevos horizontes.
La poesía ha sido y es la exaltación del “devenir sobre el ser”. Ha tenido, tiene y probablemente tendrá más de heraclidia que de eleática. Don Antonio conoce bien el pensamiento del filósofo francés Henri Bergson. Por eso, se atreve a formular una idea que en su poética, será central y esencial. “La vida es ser en el tiempo y sólo lo que vive es”. De aquí nace la concepción machadiana de la poesía como palabra en el tiempo.
No conviene echar en saco roto su valoración de los románticos y sobre todo los simbolistas. Nos advierte con un poco de ironía y distanciamiento que la desvalorización de un tiempo bajo la presión de otro, no siempre es justa y está sujeta a múltiples rectificaciones. Medítese en la importancia de esta afirmación.
Machado incorpora a su poética una nueva sensibilidad. Es consciente de que los sentimientos cambian a través de la historia. Apunta, con no poca lucidez, que la intimidad de la conciencia individual es una invención moderna. Para don Antonio el lenguaje se ha formado en diálogo y confrontación con el mundo exterior. Estas ideas a “vuela pluma” son sólo “mojones fronterizos” en los que ir haciendo calas en este Discurso, lleno de perlas ocultas que hay que ir buscando hasta dar con ellas.
Creo que es una obligación de memoria recuperar textos como éste, procediendo a desenterrar, no poco de lo que ha permanecido sepultado.
Sus divagaciones y apuntes son vertiginosas. Todo aquello que no es firme como una roca, el tiempo se encarga de pulverizarlo. Quizás, merezca sólo la pena, lo que resiste bien, los envites destructivos, como una torre inexpugnable.
La poesía siempre ha estado rodeada de sombras y amenazas. Pocos, muy pocos, se han atrevido a encararlas sin miedo. Las palabras, atravesadas por las flechas del tiempo, “no solo se dejan mirar sino que nos miran”.
Me viene a la memoria la lechuza y el “aceite de la lamparilla”. La crítica muchas veces ensoberbecida y henchida por sus dogmas, ha “engendrado” y alimentado monstruos, mostrándose indiferente al dolor humano.
No son infrecuentes los “aprendices de brujo” con su precipitación y falta de competencia. Desde luego, es mucho más difícil construir puentes sólidos para explorar las regiones del pensamiento lírico que actuar como “dinamiteros”.
La poesía solo tiene que ver, tangencialmente, con los malabarismos verbales. Ha habido críticos durante la dictadura que han actuado protegidos, eso sí- por el poder, como auténticos flautistas de Hamelin.
En una próxima entrega exploraremos y haremos una exégesis acerca de las intuiciones y evocaciones que Antonio Machado, lleva a cabo en este mismo Discurso, sobre Marcel Proust y James Joyce y que constituyen un excelente complemento a estos comentarios sobre la poesía… como palabra en el tiempo.